domingo, 31 de diciembre de 2006

Sobre los pronósticos para el 2006 y para el 2007

Hola a todos, me tomo unas breves vacaciones de mis vacaciones para comentarles que encontré entre mis archivos un artículo que escribí en febrero de 2006 sobre las elecciones presidenciales de abril, y que no llegó a ser publicado. Me parece que puede ser útil reproducirlo, ahora que terminamos un año y empezamos otro, por la razón siguiente.

Todos solemos hacer previsiones sobre el futuro, basándonos en determinados supuestos. Por ejemplo, podemos hacer pronósticos sobre el rumbo del país en el 2007, y todos ellos tendrán en su base diagnósticos sobre una serie de cosas. Lo que puede ser realmente instructivo y útil es escribir en un papel nuestras previsiones para el 2007, justificar por qué razones las hacemos, y a finales de 2007, releer ese texto, y evaluar en qué acertamos, en qué nos equivocamos, e indagar las razones. ¿A qué le dimos más importancia de la que merecía? ¿Qué cosas subestimamos? ¿De qué manera intervino el azar o aparecieron cuestiones imprevisibles? ¿Qué sesgos tuvieron nuestros pronósticos? Dicho sea de paso, este es un ejercicio interesante que se puede hacer no sólo para el rumbo del país, sino también para nuestra vida en general...

El problema es que, lamentablemente, todos hacemos pronósticos, y luego nunca evaluamos qué pasó y por qué, y así perdemos valiosas ocasiones de aprendizaje. Un ejemplo trivial: los programas de tv, en vez de pedirles a las brujas que hagan pronósticos para el 2007, deberían sentarlas ahora a confrontar sus pronósticos para el 2006, y preguntarles por qué acertaron o se equivocaron, y en función de ello, pedirles que sigan haciendo pronósticos, o descartarlas de plano por desacertadas. Algo así debería hacerse para el análisis social y político.

Bueno, termino con esta vacación de mi vacación. Y ya que estamos 31, ¡feliz año 2007 para todos! ¡Pásenla muy bien! Regreso al blog regularmente a partir del 9 de enero, calculo.


Ya evaluaremos... (sobre los pronósticos en época electoral)

Martín Tanaka
Febrero de 2006

Mi amigo, el economista Silvio Rendón, cada vez que discrepamos sobre el rumbo que podrían tomar los acontecimientos, termina la discusión sentenciando: “ya evaluaremos...”. En efecto, tiempo después seguimos el debate y evaluamos: quién tuvo razón, quién se equivocó, pero sobre todo, por qué: qué supuestos nos hicieron preveer tal o cual cosa, de qué manera los acontecimientos mostraron lo inadecuado o acertado de nuestras premisas, cuáles fueron los mecanismos que relacionaron esas premisas y rumbo de las cosas, hasta qué punto sucesos imprevisibles y azarosos terminaron siendo decisivos en los desenlaces, etc. Esta es la única manera de aprender de los debates acerca de qué pasará en el futuro, aprendizaje posible porque el presente es evidentemente el futuro de ayer.

El problema es que, como siempre nos quejamos en nuestras conversaciones con Silvio, en el debate público rara vez ocurre lo mismo. En éste se dan acalorados debates sobre el rumbo futuro de los acontecimientos, pero lamentablemente, pasa el tiempo, las polémicas de ayer parecen olvidarse en medio de las polémicas de hoy, y no llegamos a aprovechar el hecho de que la incertidumbre del pasado se disipa en el presente con la marcha de los acontecimientos. Rara vez se regresa al debate pasado para hacer las evaluaciones respectivas, y sentenciar quién tuvo razón, quién se equivocó, y sobre todo, por qué.

Respecto a la campaña electoral, en los últimos años y meses hemos tenido varias discusiones que en este momento podríamos evaluar, que, entre otras, se expresan en las frases siguientes: “Lourdes ya fue”, “Paniagua es el mejor candidato” (o “va a crecer porque tiene poco voto de rechazo”), “la segunda vuelta será entre el Alan y el antiaprismo”, o la más reciente, “Ollanta ganará en primera vuelta” (una última, de debate actual, sería “Martha Chávez se ganará con los votos que pierda Humala”).

Como decía, para aprender de estos debates del pasado reciente, a la luz de lo que revela el presente, lo importante es analizar los supuestos detrás de cada afirmación, y evaluar entonces su ajuste con la realidad. Así, detrás de la frase “Lourdes ya fue”, esbozada en los primeros momentos de la campaña (en aquel lajano tiempo, cuando Paniagua encabezaba las encuestas de intención de voto, seguido por García), se encuentra la idea según la cual la derecha “nunca” podría ganar una elección, dado su carácter “limeño”, “pituco” e inevitablemente alejado de la sensibilidad popular. Lo que la campaña nos revela es que la derecha también puede, cuando tiene un buen candidato, colocarse encarnando aspiraciones de cambio y progreso presentes en el mundo popular. Esto no debería sorprendernos tanto, porque ocurre a cada rato en otros países. La campaña actual, con Flores a la cabeza, nos revela también que el clivaje izquierda-derecha es solamente uno, pero no el único, pertinente para decidir el voto.

El optimismo respecto a las posibilidades de Paniagua tiene a mi juicio en su base una valoración excesiva del gobierno de transición y del carácter democrático del mismo, que a su vez descansa en la idea de que éste descansaba en un amplio movimiento social de respaldo, que se habría movilizado en contra de la “dictadura”. En realidad, el gobierno de Paniagua resultó siendo mucho más frágil de lo que parecía, la alianza que lo sostuvo muy circunstancial, con lo que al final su candidatura terminó expresando al gris aparato tradicional de Acción Popular, apuntalado por los igualmente grises Somos Perú y la CNI. Además, puede Paniagua tener muy bajo voto de rechazo, pero cuando no quieres ganar, o eres mal candidato, no hay mucho que pueda hacerse...

El diagnóstico de la centralidad del APRA y de García en el escenario electoral responde a un espejismo del pasado, que aparentemente se habría verificado con la segunda vuelta de la elección de 2001. Sin embargo, lo que estamos aprendiendo es que ya el APRA no ocupa el espacio política que tenía antes, que en el 2001 tuvo atractivo por identificarse con el cambio y la renovación, cosa que hoy no logra hacer. En el 2001 los votos del APRA no fueron apristas, por lo que García tiene que salir a pescar votos al mar de indecisos junto a todos los demás candidatos.

Finalmente, el crecimiento de la intenciòn de voto por Ollanta Humala generó en algún momento la sensación de que se trataría de un fenómeno imparable, que a su vez se fundamentaba en un diagnóstico según el cual el Perú sería un país profundamente marcado por la exclusión, la desigualdad, y la irritación popular por ello, y que por lo tanto los patrones de votación estarían abrumadoramente marcados por tendencias antisistema. Sin embargo, la estrategia política de Humala y su caída reciente en las encuestas muestran, por el contrario, que si bien existe un porcentaje importante de electores que responden a esa caracterización, en realidad el voto antisistema es (al menos todavía) minoritario, y que así como existen tendencias centrífugas en el sistema político, también las hay centrípetas, que llevan a la moderación, a buscar un votante promedio mucho menos radical.

Para terminar, propongo un ejercicio: escribamos en un papel nuestros pronósticos sobre lo que ocurrirá en abril y en junio, y sobre qué bases hacemos esas proyecciones; y mirémoslo en julio para evaluar por qué acertamos o nos equivocamos, por qué esas bases resultaron o no adecuadas para pensar nuestra realidad política, y qué conclusiones generales podríamos sacar de todo ello. Podríamos hacerlo en grupo también; corren las apuestas.

miércoles, 27 de diciembre de 2006

¡Alianza campeón!













http://www.elcomercioperu.com.pe/EdicionOnline/Html/2006-12-22/onEcDeportes0637611.html

MINUTO A MINUTO

Alianza Lima 3-1 Cienciano

Minuto 48: Fin del compromiso. Alianza Campeón Nacional 2006.
Minuto 45: Amarilla para Torres de Cienciano. Se jugarán tres minutos más.
Minuto 43: Amarilla para Viza por jalar de la camiseta a Guizasola de Cienciano.
Minuto 40: Amarilla para Forsyth de Alianza.
Minuto 39: Falta de Viza contra Huertas de Cienciano. Tiro libre en salida para los rojos.
Minuto 37: Palo !!. Ramón Rodríguez de Cienciano dispara al palo del arco de Forsyth. Se salvó Alianza.
Minuto 36: Cambio en Alianza. Ingresa Silva, sale Maestri.
Minuto 35: Tarjeta amarilla para Miguel Villalta de Cienciano, por trabar a Flavio Maestri.
Minuto 34: Cambio en Alianza. Ingresa Jayo Legario, se retira Aldo Olcese.
Minuto 33: Amarilla para Maestri de Alianza por falta sobre Fernández.
Minuto 28: Expulsado!!!. Juan Carlos Bazalar es expulsado por falta desde atrás sobre Aldo Olcese.
Minuto 24: Carlos Fernández penetra en área íntima, y el balón impacta en un defensa blanquiazul. Sorpresivamente, no se cobró córner.
Minuto 23: El disparo de Cruzado es atajado en dos tiempos por Ibáñez.
Minuto 22: Falta de Guizasola contra Martel. Amarilla para el jugador de Cienciano. Tiro libre para Alianza.
Minuto 20: Falta de Cruzado sobre Mostto en el mediocampo. Tiro libre favorable al equipo del Cusco.
Minuto 18: Cambio en Alianza. Ingresa Viza, sale Liguera.
Minuto 17: Tiro libre para Alianza . Amarilla para Bazalar de Cienciano. El cobro de Olcese es cabeceado por Maestri, sin embargo, el balón se va desviado.
Minuto 15: Cambio en Cienciano. Sale Lugo, entra Rodríguez.
Minuto 14: Posición adelantada de Martel. Tiro libre para Cienciano.
Minuto 10: Amarilla para Paolo de la Haza de Cienciano.
Minuto 9: El partido está paralizado, puesto que Martín Liguera de Alianza es retirado en camilla.
Minuto 6: Goolll de Alianza Lima !! Flavio Maestri puso el 3 a 1 luego de conectar un fuerte derechazo desde la media luna del área cusqueña.
Minuto 4: Goollll de Cienciano!!! Juan Carlos Mariño de soberbio remate pone el 2-1 en Matute.
Minuto 3: Falta en el mediocampo sobre Olcese. Tiro libre para Alianza.
Minuto 2: El cobro de Bazalar es despejado por Martel. Pasó el peligro.
Minuto 1: Falta de Salas contra Fernández de Cienciano. Tiro libre para los rojos, cerca del área.

SEGUNDO TIEMPO

Minuto 46: Fin del primer tiempo.
Minuto 45: Se jugará 1 minuto más. Nuevamente Forsyth salva su arco de una caída inminente.
Minuto 44: Cabezazo de Mostto al arco íntimo. El golero Forsyth atajó de manera espectacular la pelota alejándola con la yema de los dedos.
Minuto 43: Falta de Pérez sobre Torres. Tiro libre para Cienciano.
Minuto 41: Primer cambio en Cienciano. Sale Julio García, ingresa Guillermo Guizasola.
Minuto 36: Gooolll de Alianza Lima!!!!. Carlos Lugo desafortunadamente introduce el balón en su propia meta. El partido se pone 2-0.
Minuto 35: Falta de Miguel Torres contra el aliancista Rodrigo Pérez. Tiro libre en defensa para los blanquiazules.
Minuto 32: Remate bajo de Mariño que atrapa bien el arquero George Forsyth.
Minuto 30: Córner favorable a Alianza Lima. Rechaza un zaguero imperial, pero antes, se cobra posición adelantada de Liguera.
Minuto 26: Córner favorable a los cusqueños. Le pega Julio García y la pelota se va muy abierta a un lado del terreno íntimo. Pasó el peligro.
Minuto 22: Goollll de Alianza Lima!!. Ernesto Arakaki puso el 1-0, luego de añadir un centro de tiro libre cobrado por Cruzado.
Minuto 21: Nuevamente Cienciano inquietó el arco rival. Esta vez, Miguel Huertas saca un disparo que se va muy cerca del arco local.
Minuto 18: Casi viene el gol de Cienciano. Carlos Fernández penetró en área íntima y su remate es desviado con la pierna por el arquero Forsyth. Enseguida, Miguel Torres quiso añadir el balón, pero la pierna de Arakaki lo impidió. Se salvó Alianza.
Minuto 14: El cobro de Bazalar no es alcanzado por Mostto ni Villalta. Pasó el peligro en valla aliancista.
Minuto 13: Falta de Pérez en contra de Torres. Tiro libre para Cienciano.
Minuto 10: Miguel Mostto se interna en el área blanquiazul, pero pierde el equilibrio y no logra sacar el remate al arco de Forsyth.
Minuto 9: Gran disparo de Cruzado sobre el marco de Cienciano, y el balón pega en el palo!!!.
Minuto 8: Flavio Maestri saca un potente disparo de fuera del área, y nuevamente Ibáñez estuvo atento para atajar el tiro.
Minuto 6: El tiro libre de Mariño no encuentra a ningún elemento cusqueño. Salida de Alianza.
Minuto 5: Falta de Cruzado sobre Mariño. Tiro libre para Cienciano.
Minuto 4: Ibáñez despeja una pelota que tenía destino de gol. Casi viene el primero para los íntimos.
Minuto 3: El disparo lo hace efectivo Cruzado y la pelota sale elevada por encima de la valla de Ibáñez. Tiro de meta para Cienciano.
Minuto 2: Tiro libre para Alianza por falta de Villalta sobre Cruzado.
8: 00 pm: Ya se inició la gran final del fútbol peruano entre Alianza Lima y Cienciano.

martes, 26 de diciembre de 2006

Carlos Fuentes sobre Fidel Castro

Ahora que se especula mucho sobre la salud de Castro, reproduzco un artículo de Carlos Fuentes, de hace casi cuatro años. Lo guardé desde entonces, porque me gustó mucho, al plantear acertadamente, me parece, los términos en los cuales debería hacerse una evaluación sobre Cuba.

Recuerdo además que hace muchos años, seguramente más de veinte, leí algún artículo en la revista Newsweek en donde alguien decía algo así como que el régimen cubano tiene problemas fundamentales, que lo descalifican como un modelo deseable, y que, además, lo condenan a su desaparición junto con Castro (consecuencia del personalismo). Sin embargo, decía esta persona, cuando muriera Castro, iba a sentir pena: no por una identificación con él, sino por la muerte de las ilusiones tan valiosas que inspiraron la revolución a finales de los años cincuenta e inicios de los sesenta. Me parece un comentario justo también.

Saludos.


CARLOS FUENTES

EL PAÍS Opinión - 22-04-2003

Yo llegué a La Habana el 2 de enero de 1959, acompañado de Fernando Benítez, Manuel Barrera Acosta y el editor Juan Grijalbo. Fidel Castro aún no entraba a la capital cubana. Avanzaba lentamente por la ruta de la victoria, desde Santiago, en jeep y acompañado de palomas amaestradas para posarse sobre sus hombros cuando peroraba. Interrumpía sus oraciones con la pregunta retórica "¿voy bien, Camilo?", alusión al segundo del tríptico de jefes de la Revolución de Sierra Maestra, Camilo Cienfuegos. El tercero, desde luego, era Ernesto Che Guevara.

Ese "¿voy bien, Camilo?" no lo dirigía Castro tan sólo a su compañero de armas, sino a la sociedad cubana entera, que, con la excepción de la camarilla batistiana, recibía a los jóvenes barbudos con júbilo desbordante. Todos esperaban de estos heroicos muchachos algo más que el derrocamiento de un tirano sangriento y corrupto. Acaso lo esperaban todo. Democracia política, libertad de expresión, libertad de asociación, economía mixta, fortalecimiento paralelo de la empresa y del Estado, diversificación productiva, educación, salud.

Acaso esperaban también -pueblo y Gobierno revolucionarios- un gesto de amistad y comprensión del Gobierno de los EE UU, presidido en ese momento por el general Dwight D. Eisenhower. Una de las primeras salidas de Fidel fue a Washington. Ike no lo recibió. Nixon le dio una fría mano en las escalinatas del Capitolio. Acostumbrados a quitar y poner dictadores en Centroamérica y el Caribe, los norteamericanos vieron con suspicacia a este inclasificable rebelde, rarísima avis en medio de los Trujillos, Somozas, Castillo Armas y Batistas de la región. Además -oh, desconcierto-, el rebelde cubano había sido denunciado como "burgués" por el Partido Comunista Cubano, que sólo a última hora, debido a la jamás desmentida inteligencia de Carlos Rafael Rodríguez, le reconoció carácter revolucionario a los incontrolables rebeldes.

Castro lo tenía todo para hacer la patria libre prometida. No era el menor de sus apoyos el que le brindaba la comunidad artística e intelectual del mundo entero. De Jean-Paul Sartre a C. Wright Mills, la intelligentsia mundial veía en Cuba la posibilidad de una renovación revolucionaria original, liberada de los dogmas y deformaciones impuestos por la tradición bizantina cesaropapista a un marxismo que no nació pero sí murió en la Rusia ortodoxa (el Partido) y zarista (el Estado).

Acaso, en la Polinesia, esto hubiera sido posible. En Cuba, vecindad era fatalidad. Última colonia de España en América, junto con Puerto Rico, colonia de facto de los Estados Unidos durante y después de la Enmienda Platt que autorizaba a Washington a intervenir en los asuntos internos de la isla, Cuba, por primera vez, dejaba de ser Colonia. Pero seguía siendo vecina. La época contó. En plena guerra fría, aunque con menos brutalidad maniquea que Bush, Washington también decía: "El que no está conmigo, está contra mí". Pero si estar con "ellos" significaba someterse a ellos, Castro no se sometió e inició reformas que sólo podían ser vistas, en la Casa Blanca de Eisenhower y su Gobierno de magnates y halcones, como "filocomunistas". Como México de Carranza a Cárdenas, Castro nacionalizó, expropió, pero, al contrario de México, no negoció. La escalada de enfrentamientos con Washington condujo a la ruptura de relaciones en 1961. En vez de fortalecer a la burguesía nacionalista, Castro le cerró las puertas internas y le abrió las del exilio: la pérdida de talentos y energías fue inmensa. La prensa fue sofocada. Los partidos políticos, barridos. El poder se consolidó en torno al Movimiento 26 de Julio y se inició la ronda fatal de la escalada entre la isla y los EE UU. A mayor agresión norteamericana, mayor dictadura cubana. A mayor dictadura cubana, mayor agresión norteamericana.

A pesar de estas tensiones, Cuba realizaba grandes avances en educación y salud. Poseía, además, las armas de David contra Goliat: la resortera de la dignidad, la grandeza del pequeño contra el grande. La operación de Bahía de Cochinos, planeada hasta sus límites por el Gobierno de Eisenhower y heredada con falta de inercia por el de Kennedy, resultó un fiasco para las fuerzas cubanas invasoras sin apoyo logístico norteamericano. Playa Girón culminó el prestigio de Cuba como vanguardia de la independencia latinoamericana. En Punta del Este, sucesivamente, Ernesto Guevara y Raúl Roa le dieron contenido moral y diplomático a la dignidad de toda la América Latina. ¿Cómo estar contra la Revolución Cubana?

Pero algo estaba podrido en este reino de Dinamarca. La creciente intolerancia interna en nombre de la seguridad del Estado pronto se convirtió en creciente dependencia externa respecto a la opción que la guerra fría siempre le ofreció al Tercer Mundo: el poder soviético. La crisis de los misiles en 1962 estuvo a punto de desencadenar la tercera y última guerra mundial. Sólo la firmeza y habilidad de Kennedy para someter, parejamente, a su propio establishment militar y al aventurado Nikita Jruschov nos salvó de la catástrofe. Pero, para Castro, la suerte estaba echada. "Nikita, mariquita, lo que se da no se quita", no pasó de ser un eslogan. El apoyo de Castro a la invasión soviética de Checoslovaquia cerró de una vez por todas el pacto: Cuba, de serlo de España y de los Estados Unidos, pasó a ser, si no colonia, seguramente Estado cliente, "satélite" de la URSS en las Américas. Si Turquía era la avanzada occidental de los EE UU, Cuba sería el límite oriental de la URSS.

La intolerancia, la persecución de disidentes, "patria o muerte", acaso habrían sido tolerables si a la retórica revolucionaria se hubiese añadido un mínimo de eficiencia económica. No fue así. La economía revolucionaria se inició en el desastre y terminó en el desastre. Las enormes fuerzas productivas de Cuba -capital humano vasto e inteligente, buenas cabezas económicas, riquezas inexplotadas, tierras fértiles- fueron sacrificadas a dogmas exóticos y estúpidos. La reforma agraria, encabezada en sus inicios por un hombre inteligente y patriota, Núñez Jiménez, terminó en una contradicción: en nombre de un "igualitarismo" chiflado, se privó a las ciudades del producto del campo y el campesino, sin incentivos, dejó de producir; perdieron el campo y la ciudad. Los grandiosos proyectos de industrialización a la soviética llenaron Cuba de vieja maquinaria rusa, no sólo anticuada, sino inapropiada para el trópico. No tuvo lugar la diversificación industrial. Murió, en aras del dogma, el pequeño comercio, el restorán, la tienda familiar. La riqueza pesquera no fue aprovechada. La riqueza petrolera no estaba allí. El níquel es sólo elnombre de una moneda gringa de cinco centavos. Quedaba, como siempre, el azúcar.

A medio siglo del triunfo de la Revolución, Cuba sigue siendo una nación dependiente. Pero como ya no cuenta con el subsidio soviético, debe recurrir al subsidio batistiano: el turismo y la prostitución. Los males se le achacan al embargo norteamericano. Pero Cuba ha contado con un subsidio anual de miles de millones de dólares de la URSS y, ahora, con la confianza de inversionistas europeos que se apresuran a llenar los espacios económicos posibles del post-castrismo, con visible enojo de las corporaciones norteamericanas y a pesar de los dos actos legislativos más estúpidos y arrogantes de los EE UU hacia Cuba. La Ley Helms-Burton, que penaliza al inversionista extranjero en tanto Cuba no regrese bienes expropiados a los EE UU -ley que la Gran Bretaña bien podría aplicar contra los EE UU por la expropiación de bienes ingleses durante y después de la guerra de independencia-. Y el embargo comercial que daña a los EE UU más que a Cuba, pues le da a Castro el pretexto perfecto para excusar su propia ineficiencia administrativa. No le han faltado buenos consejos a Castro. Basta señalar las recomendaciones de Carlos Solchaga durante el Gobierno de Felipe González en España: un plan excelente de equilibrio entre principios socialistas y prácticas eficientes, más que capitalismo autoritario al estilo chino.

Se puede sospechar por ello que Fidel Castro necesita a su enemigo norteamericano para excusar sus propios fracasos, para mantener el apoyo popular y patriótico contra el imperialismo yanqui y, acaso, para preparar su propia salida del mundo en medio de una Numancia en llamas en la que mueren con él -patria o muerte- millones de cubanos. El hecho es que cada vez que un presidente norteamericano -Carter, Clinton- manda una paloma exploradora de paz a Cuba, Fidel se encarga de abatirla a tiros. Fidel, pues, necesita a su ogro americano. Y en George W. Bush lo tiene, como si Hollywood se lo hubiese enviado para la película sin fin de la oposición Cuba-EE UU. Pues George W. Bush, emisario evangélico del Bien con B mayor, necesita villanos para su gran superproducción, "El Eje del Mal", que, si se inició en Irak, no tardará en extenderse a Siria, a Líbano, a Libia, a Corea del Norte y, en las Américas, a Cuba.

Castro, por su parte, escoge el momento más álgido de las relaciones internacionales desde el fin de la guerra fría para encarcelar a setenta y cinco disidentes y condenarlos a mil quinientos años de prisión. Va más lejos: ejecuta sumariamente a tres autoexiliados que secuestraron una nave para huir de Cuba.

"Hasta aquí he llegado", dice en una honesta y candente declaración José Saramago, solidario de siempre con la Revolución Cubana. Yo mantengo la línea que me impuse desde que, en 1966, la burocracia literaria cubana, manipulada por Roberto Fernández Retamar para apresurar su ascenso burocrático y hacer olvidar su pasado derechista, nos denunció a Pablo Neruda y a mí por asistir a un Congreso del PEN Club internacional presidido a la sazón por Arthur Miller. Gracias a Miller entraron por primera vez a los EE UU escritores soviéticos y de la Europa central para dialogar con sus contrapartes occidentales. Neruda y yo declaramos que esto comprobaba que en el terreno literario la guerra fría era superable. La larga lista de escritores cubanos compilada por Fernández Retamar nos acusaba de sucumbir ante el enemigo. El problema, nos enseñaba, no era la guerra fría, sino la lucha de clases, y nosotros habíamos sucumbido a las seducciones del enemigo clasista.

No fueron tan débiles razones las que nos indignaron a Neruda y a mí, sino el hecho de que Zhdanov Retamar hubiese incluido en la lista, sin consultarles siquiera, a amigos nuestros como Alejo Carpentier y José Lezama Lima. A este hecho se fueron añadiendo otros que claramente abrogaban para Cuba el derecho de decirles a los escritores latinoamericanos adónde ir, adónde no ir, qué decir y qué escribir. Neruda se carcajeó de "El Sargento" Retamar, yo lo incluí en mi novela Cristóbal Nonato como "El Sargento del Tamal" y mantuve la posición que conservo hasta el día de hoy: en contra de la política abusiva e imperial de los EE UU contra Cuba.

Y en contra de la política abusiva y totalitaria del Gobierno de Cuba contra sus propios ciudadanos.

Soy mexicano y no puedo desear para mi país ni el diktat de Washington acerca de cómo conducir nuestra política exterior, ni el ejemplo cubano de una dictadura sofocante, sin prensa, opinión, disidencia o asociación libres.

Felicito a Saramago por pintar su raya. Ésta es la mía: contra Bush y contra Castro.

Sobre definiciones políticas

Este blog se toma unas vacaciones, en las próximas dos semanas añadiré entradas muy ocasionalmente, así que desde ya les deseo un buen año 2007, que sea mejor para todos, para el mundo, el país y cada uno de nosotros.

Pero los dejo con un tema de reflexión. Se dice que a finales de año corresponde hacer balances y reflexiones sobre el sentido de las cosas. Hace algún tiempo quería poner un post sobre cómo pienso mi definición política. Algo adelanté cuando cité el discurso de aceptación del premio nobel de Octavio Paz, "La búsqueda del presente".

http://martintanaka.blogspot.com/2006/09/la-bsqueda-del-presente-de-octavio-paz.html

Paz habla de que vivimos en la "intemperie espiritual", en el marco del derrumbe de las ideologías, de las utopías, de los metarelatos, cuestión que ha sido una pieza clave de la crítica postmoderna. Esto hace que, en términos políticos, uno pueda construir sus propios principios, tomando partes de elementos que antes eran considerados imcompatibles. Para quienes tuvimos una formación de izquierda, un gran desafío fue incorporar plenamente la importancia de la democracia representativa, por ejemplo. Una figura importante en esto fue Norberto Bobbio, a quien podríamos calificar como un liberal socialista, o un liberal de izquierda. Hace unos años esta síntesis era cosiderada de un eclecticismo intolerable, hoy creo que es percibido con mucha normalidad.

Después de conocer a Bobbio, me llamaron mucho la atención las declaraciones del sociólogo Daniel Bell en alguna entrevista, en la que se definía como "socialista en economía, liberal en la política y conservador en la cultura". Bell avanza, desde posiciones liberales-conservadoras, en la misma dirección de construir una síntesis personal. Esta definión la ha dado Bell en reiteradas ocasiones, por ejemplo:

"I have always thought myself a socialist in economics, in that I have argued the principle that the resources of the community, as a first lien, need to be used to satisfy the "basic needs" of all (and the concept of "basic needs" is not that ambiguous it is that which is below the "discretionary income of the middle-class purse). And because I cherish deeply the cords of continuity that a tradition can provide, as against the syncretism which indiscriminately jumbles all cultures, I am a conservative in culture. And as for politics: if there is any lesson to be learned from this dreadful century, it is that ideological politics, politics a outrance--the politics shouted in the name of the people which, as Groucho Marx once observed, seeks power for those who shout "power to the people"--destroys the people and often those who shout as well. The ethic of responsibility, the politics of civility, the fear of the zealot and the fanatic--and of the moral man willing to sacrifice his morality in the egoistic delusion of total despair--are the maxims that have ruled my intellectual life"

Ver: http://www.pbs.org/arguing/nyintellectuals_bell_2.html

Finalmente, cabe acá citar también a Leszek Kolakowski. Hace tiempo prometí un post sobre este autor y sus definiciones políticas.

http://martintanaka.blogspot.com/2006/09/sobre-la-vigencia-del-marxismo.html

Kolakowski, como Bell y muchos otros, empezó en posiciones marxistas, pero su crítica a los totalitarismos lo acercó a posiciones liberales. Al final, Kolakoski se definía como conservador-liberal-socialista (ver más abajo).

No digo que me defina necesariamente, en términos políticos, como Bobbio, Bell o Kolakowski, aunque debo confesar que a todos los leo con simpatía. Seguiré con estas reflexiones más adelante.


"How to be a Conservative-Liberal-Socialist"
By Leszek Kolakowski

Motto: "Please step forward to the rear!" This is an approximate translation of a request I once heard on a tram-car in Warsaw.

I propose it as a slogan for the mighty International that will never exist.

A Conservative Believes:

1. That in human life there never have been and never will be improvements that are not paid for with deteriorations and evils; thus, in considering each project of reform and amelioration, its price has to be assessed. Put another way, innumerable evils are compatible (i.e. we can suffer them comprehensively and simultaneously); but many goods limit or cancel each other, and therefore we will never enjoy them fully at the same time. A society in which there is no equality and no liberty of any kind is perfectly possible, yet a social order combining total equality and freedom is not. The same applies to the compatibility of planning and the principle of autonomy, to security and technical progress. Put yet another way, there is no happy ending in human history.

2. That we do not know the extent to which various traditional forms of social life--families, rituals, nations, religious communities--are indispensable if life in a society is to be tolerable or even possible. There are no grounds for believing that when we destroy these forms, or brand them as irrational, we increase the chance of happiness, peace, security, or freedom. We have no certain knowledge of what might occur if, for example, the monogamous family was abrogated, or if the time-honored custom of burying the dead were to give way to the rational recycling of corpses for industrial purposes. But we would do well to expect the worst.

3. That the idee fixe of the Enlightenment--that envy, vanity, greed, and aggression are all caused by the deficiencies of social institutions and that they will be swept away once these institutions are reformed-- is not only utterly incredible and contrary to all experience, but is highly dangerous. How on earth did all these institutions arise if they were so contrary to the true nature of man? To hope that we can institutionalize brotherhood, love, and altruism is already to have a reliable blueprint for despotism.

A Liberal Believes:

1. That the ancient idea that the purpose of the State is security still remains valid. It remains valid even if the notion of "security" is expanded to include not only the protection of persons and property by means of the law, but also various provisions of insurance: that people should not starve if they are jobless; that the poor should not be condemned to die through lack of medical help; that children should have free access to education--all these are also part of security. Yet security should never be confused with liberty. The State does not guarantee freedom by action and by regulating various areas of life, but by doing nothing. In fact security can be expanded only at the expense of liberty. In any event, to make people happy is not the function of the State.

2. That human communities are threatened not only by stagnation but also by degradation when they are so organized that there is no longer room for individual initiative and inventiveness. The collective suicide of mankind is conceivable, but a permanent human ant-heap is not, for the simple reason that we are not ants.

3. That it is highly improbable that a society in which all forms of competitiveness have been done away with would continue to have the necessary stimuli for creativity and progress. More equaliity is not an end in itself, but only a means. In other words, there is no point to the struggle for more equality if it results only in the leveling down off those who are better off, and not in the raising up of the underprivileged. Perfect equality is a self-defeating ideal.

A Socialist Believes:

1. That societies in which the pursuit of profit is the sole regulator of the productive system are threatened with as grievous--perhaps more grievous--catastrophes as are societies in which the profit motive has been entirely eliminated from the production-regulating forces. There are good reasons why freedom of economic activity should be limited for the sake of security, and why money should not automatically produce more money. But the limitation of freedom should be called precisely that, and should not be called a higher form of freedom.

2. That it is absurd and hypocritical to conclude that, simply because a perfect, conflictless society is impossible, every existing form of inequality is inevitable and all ways of profit-making justified. The kind of conservative anthropological pessimism which led to the astonishing belief that a progressive income tax was an inhuman abomination is just as suspect as the kind of historical optimism on which the Gulag Archipelago was based.

3. That the tendency to subject the economy to important social controls should be encouraged, even though the price to be paid is an increase in bureaucracy. Such controls, however, must be exercised within representative democracy. Thus it is essential to plan institutions that counteract the menace to freedom which is produced by the growth of these very controls.

So far as I can see, this set of regulative ideas is not self-contradictory. And therefore it is possible to be a conservative-liberal-socialist. This is equivalent to saying that those three particular designations are no longer mutually exclusive options. As for the great and powerful International which I mentioned at the outset--it will never exist, because it cannot promise people that they will be happy.

From Leszek Kolakowski, Modernity on Endless Trial (University of Chicago, 1990).

El Perú en el Latinobarómetro 2006

Artículo publicado en Perú 21, martes 26 de diciembre de 2006

El Latinobarómetro recoge los resultados de una encuesta de opinión que se aplica en los países de América Latina desde 1995. En la encuesta de 2006, por primera vez contamos con datos de representación nacional de los 18 países de la región. Solo queda fuera Cuba; en Perú, la encuesta fue aplicada por Apoyo.

Aquí analizo en qué aspectos destaca el Perú, si lo comparamos con los demás países. ¿Cuál es nuestra singularidad? En general, los 18 países de la región siguen tendencias similares; sin embargo, en algunos temas nos alejamos de los promedios. La perspectiva comparada es fundamental; sin ella no tenemos cómo saber si estamos cerca o lejos de los niveles 'normales'.

En primer lugar, en Perú la satisfacción con el funcionamiento de la democracia y sus instituciones es muy baja (la evaluación del Poder Judicial es la más baja de la región), y consideramos a nuestro país "poco democrático". ¿Qué entendemos por democracia? Para nosotros (junto con los mexicanos), la libertad y la justicia son igualmente importantes para definirla (a diferencia de todos los demás, para los cuales la libertad es lo fundamental). Es interesante registrar que, en cuanto al porcentaje de personas que no saben cómo definir la democracia, el Perú aparece cerca del promedio latinoamericano; es más, si comparamos 2005 con 2006, el porcentaje de no respuestas se reduce de manera importante. Esto no es tan raro si consideramos que el Perú aparece como uno de los países más politizados de la región, donde más se habla de política, y se trata de convencer a otros sobre temas políticos (junto con Brasil y Venezuela).

De otro lado, los ciudadanos de nuestro país destacan por tener muy bajos niveles de percepciones optimistas de la situación del país y de su situación familiar en el momento actual (en esto último, estamos en último lugar). Sin embargo, al mismo tiempo, tenemos muy altas expectativas de movilidad social; ocupamos el primer lugar de los que piensan que "una persona que nace pobre puede llegar a ser rica".

Finalmente, Perú destaca por la baja confianza en la eficacia del voto para cambiar las cosas (penúltimo lugar, después de Paraguay); al mismo tiempo, somos el tercer país más alto en cuanto a pensar que la participación en movimientos de protesta es la manera más eficaz para lograr los cambios. Atención que quienes piensan así también tienden, ser más tolerantes con soluciones autoritarias a los problemas.

¿Qué se puede concluir de todo esto? Muy brevemente, me quedo con una gran imagen: tenemos grandes expectativas de progreso, pero no encontramos los medios político-institucionales que nos permitan satisfacer esas expectativas; por ello tendemos a no ser optimistas, a sentirnos "peor" de lo que "en realidad" estamos; de allí cierta proclividad a la protesta. Esta es casi la definición de manual de sociología de una situación de anomia, tal como la definió el sociólogo Robert Merton en los años cuarenta.

domingo, 24 de diciembre de 2006

La evolución de la ciencia política

De lectura obligatoria para todos los colegas, el volumen especial de noviembre del American Political Science Review, dedicado a la evolución de la disciplina en los últimos años en los Estados Unidos. Ver:

http://www.apsanet.org/content_34140.cfm


The Evolution of Political Science APSR Centennial Volume - Special Issue - November 2006

The November 2006 issue of the American Political Science Review completes the one-hundredth volume of the Review, which began publication in November 1906. To mark this occasion, the contents of the issue center on the theme of "The Evolution of Political Science."

The issue begins with an introduction and essay by Lee Sigelman, editor of the Review, titled "The Coevolution of American Political Science and the American Political Science Review," (258 K, PDF) based in large part on a content-analytic survey of every research article that has appeared in the Review from its founding to the present.

A special feature of the theme issue is a set of brief commentaries on the 20 most frequently-cited articles in the history of the Review, prepared by the authors of these articles or by appropriate stand-ins.

The main body of the theme issue consists of 24 essays on various aspects of the evolution of political science:

Benjamin Barber, "The Politics of Political Science: 'Value-free' Theory and the Wolin-Strauss Dust-Up of 1962"

Andrew Bennett and G. John Ikenberry, "The Review's Evolving Relevance for U.S. Foreign Policy 1906-2006"

Mark Blyth, "Great Punctuations: Prediction, Randomness, and the Evolution of Comparative Political Science"

Bruce Bueno de Mesquita, "Game Theory, Political Economy, and the Evolving Study of War and Peace"

Philip E. Converse, "Researching Electoral Politics"

James N. Druckman, Donald P. Green, James H. Kuklinski, and Arthur Lupia, "The Growth and Development of Experimental Research in Political Science"

John S. Dryzek, "Revolutions without Enemies: Transformations in Political Science"

James Farr, Jacob S. Hacker, and Nicole Kazee, "The Policy Scientist of Democracy: The Discipline of Harold D. Lasswell"

Amy Fried, "The Forgotten Lindsay Rogers and the Development of American Political Science"

Luis R. Fraga, John A. Garcia, Rodney E. Hero, Michael Jones-Correa, Valerie Martinez-Ebers, and Gary M. Segura, "Su Casa Es Nuestra Casa: Latino Politics Research and the Development of American Political Science"

Michael T. Gibbons, "Hermeneutics, Political Inquiry, and Practical Reason"

John G. Gunnell, "The Founding of the American Political Science Association: Discipline, Profession, Political Theory, and Politics"

Michael T. Heaney and John Mark Hansen, "Building the Chicago School"

Emily Hauptmann, "From Opposition to Accommodation: How Rockefeller Foundation Grants Redefined Relations between Political Theory and Social Science in the 1950s"

John Ishiyama, Marijke Breuning, and Linda Lopez, "A Century of Continuity and Change in the Undergraduate Political Science Curriculum"

Michael Kenny, "History and Dissent: Bernard Crick's The American Science of Politics"

David Kettler, "The Political Theory Question in Political Science, 1956-1965"

Kathleen Knight, "Transformations of the Concept of Ideology in the Twentieth Century"

Gerhard Loewenberg, "The Influence of European Emigre Scholars on Comparative Politics"

Michael Parenti, "Patricians, Professionals, and Political Science"

Howard L. Reiter, "The Study of Political Parties, 1906-2005: The View from the Journals"

Sue Tolleson-Rinehart and Susan J. Carroll, "'Far from Ideal': The Gender Politics of Political Science"

Peter N. Ubertaccio and Brian J. Cook, "Wilson's Failure: Roots of Contention about the Meaning of a Science of Politics"

Kenneth D. Wald and Clyde Wilcox, "Getting Religion: Has Political Science Rediscovered the Faith Factor?"

¡Feliz navidad para todos!


(gracias a Sonia González, quien me mandó saludos con esta imagen...)

sábado, 23 de diciembre de 2006

Consejos para estudiantes de ciencia política...

Excelentes los últimos posts de mi amigo Silvio en su blog grancomboclub, que pueden leerse, de una manera o de otra, como consejos a estudiantes de economía. El blog de Silvio es:

http://grancomboclub.blogspot.com/

Muy bueno el post:

http://grancomboclub.blogspot.com/2006/12/is-lm-y-el-entrampamiento-tecnolgico.html

Este post está en el contexto de otros, muy buenos también:

http://grancomboclub.blogspot.com/2006/12/respuesta-una-estudiante-de-economa.html

http://grancomboclub.blogspot.com/2006/12/el-sndrome-romerito-iv-y-ltima-por.html

Me parecieron muy buenos los consejos, también en el blog de Silvio, que hace Gregogy Mankiw, profesor de macroeconomía en Harvard:

Rule No. 1: Learn from the Right Mentors
Rule No. 2: Work With Good Co-Workers
Rule No.3: Have Broad Interests
Rule No. 4: Allocate Time and Crew
Rule No.5: Write Well
Rule No.6: Have Fun

http://post.economics.harvard.edu/faculty/mankiw/papers/
My_Rules_of_Thumb.pdf

Son consejos aparentemente muy simples, pero en realidad muy perspicaces y útiles. Y me parece que la mayoría de estudiantes no es conciente de su importancia.

Me pregunto qué podríamos decir de la enseñanza de sociología o de ciencia política, si es que se aplican o no las ideas debatidas por Silvio. Y ya que estamos en esto, me pregunto también qué consejos podría dar a estudiantes de ciencias sociales en general, y de ciencia política en particular. Para esto comparto con ustedes los consejos que dan Richard Snyder y Gerardo Munck, en su libro Passion, Craft and Method in Comparative Politcs, que está por salir en Johns Hopkins University Press. Los autores entrevistaron a las "vacas sagradas" de la disciplina (Gabriel A. Almond, Barrington Moore, Jr., Robert A. Dahl, Juan J. Linz, Samuel P. Huntington, Arend Lijphart, Guillermo O'Donnell, Philippe C. Schmitter, James C. Scott, Alfred Stepan, Adam Przeworski, Robert H. Bates, David Collier, David D. Laitin y Theda Skocpol), y llegaron a algunas conclusiones que explican cómo y por qué estos autores se convirtireron en "clásicos" del análisis político comparado.


Conclusion

Focusing on the human dimension sheds light on key aspects of comparative research. It reveals that the best researchers have rich life experiences, are passionate about scholarship, and take risks. It offers fresh insight about how to generate new ideas. Finally, it illuminates major challenges facing comparative politics. Because the quality of comparative research depends in good part on the quality of the life experiences of the people who do it, the experiential deficit observed by leading scholars among students today raises concerns about the future vitality of the field. Steps should be taken to ensure that students and professors, too, find ways to enrich their lives by regularly stepping outside the academic framework. Passion about research is in jeopardy because of the widespread tendency for professors and students alike to regard scholarship as just a 9-to-5 job. To avoid this iron cage of professionalism, enthusiasm for research as a “calling” should be cultivated and rewarded, which requires acknowledging that emotional engagement and normative commitments are compatible with, and even necessary for, excellence in scientific research. Professionalism threatens to squelch risk taking and creativity. Incentives for innovation should thus be strengthened to prevent the hegemony of a herd mentality. Finally, professional amnesia is depriving us of powerful models of intellectual excellence and weakening our self-confidence about the achievements of the field. We need to improve professional memory by knowing, teaching, and drawing inspiration from the history of our field.

To conclude, the following recommendations for aspiring scholars can be drawn from the examples offered by the fifteen leading comparativists interviewed in this book:

1) Get off the academic track and gain real-world experience by working or traveling before you go to graduate school. This will make you a better social scientist by helping infuse your research with meaning and purpose. It will also provide a stronger foundation of knowledge about the range of human behavior, which can serve both as a source of fresh ideas and as a basis for testing generalizations.

2) If circumstances do not permit you to take time off before graduate school, then doing a fieldwork-based dissertation is probably the next best way to gain experience. Consider extending the amount of time you spend in the field. Fieldwork provides an indispensable empirical grounding for comparative research, helps hone skills of observation, and should be seen as a life-long investment that will inform your research over the course of your career, even if you never do fieldwork again.

3) Study with faculty who are enthusiastic and excited about their research and do not see scholarship as just a 9-to-5 career. Have fun doing your research, because the more enjoyment and pleasure you get from it, the better it will probably be.

4) Build strong interactive communities with other students and with your professors that get beyond the confines of the classroom and formal training. Interaction outside the classroom in study groups, workshops, and even social gatherings can help strengthen your enthusiasm for research.

5) Do not be afraid to let normative commitments shape your selection of research problems or to explore the normative implications of your work. This will nurture your passion for research. But do not let normative commitments blind you to “inconvient facts” that do not support your position.

6) Take measured risks. Enroll in courses that excite you, even if they are offered by professors in other sub-fields and departments. Know and master mainstream research, yet try to stand with one foot outside the mainstream. Do not apprentice yourself to a single professor, but gain exposure to a variety of faculty with different perspectives. As you advance and get tenure, you can afford to take greater risks.

7) Look beyond professional fashions and fads by paying attention to classic and older works and also to the wisdom of senior scholars. See yourself as part of a field with a distinguished lineage reaching back to Antiquity.

Combined with recent important advances in the methodological training of students, a stronger focus on experience, passion, risk, and professional memory holds the promise of new generations of comparativists whose achievements match, and even surpass, those of their most illustrious predecessors.



Me permito añadir por lo menos algo más, por si no es evidente a estas alturas: aprender idiomas extranjeros. Manejar bien el inglés es absolutamente imprescindible, y es necesario algún otro más.

http://www.brown.edu/Departments/Political_Science/documents/
TheHumanDimensionofComparativeResearch.pdf

jueves, 21 de diciembre de 2006

Sobre la vigencia de la obra de Hannah Arendt

Ver artículo de Corey Robin en el último número del London Review of Books. Según Robin, el análisis de Arendt sobre el fenómeno totalitario estaría totalmente superado. Puesto en términos de mis sesgos profesionales, esto sería lógica consecuencia de pretender explicar fenómenos políticos con razonamientos socio-psicológicos, tributarios del funcionalismo. No es que la psicología no tenga nada que ver con la política, pero ese lugar tiene que ser cuidadosamente determinado.


"Arendt saw totalitarianism as the product of mass society, which arose from the breakdown of classes and nation-states. Neither a political grouping nor a social stratum, the mass denoted a pathological orientation of the self. Arendt claimed that its members had no interests, no concern for their ‘wellbeing’ or survival, no beliefs, community or identity. What they had was an anxiety brought on by loneliness, ‘the experience of not belonging to the world’, and a desire to subsume themselves in any organisation that would extinguish their ‘individual identity permanently’. With their insistence on absolute loyalty and unconditional obedience, totalitarian movements filled this need: they fastened mass man with a ‘band of iron’, providing him and his fellows with a sense of structure and belonging.

Ideology and terror reinforced this grip. Racism and Marxism confined their adherents in a ‘straitjacket of logic’, lending the world a spurious consistency and relieving people of ‘the freedom inherent in man’s capacity to think’. By reducing men and women to the barest animal life, terror ensured that no one would resist ideology’s law of nature, in the case of Nazism, or history, in the case of Stalinism. Because ideology ‘may decide that those who today eliminate races’ – or classes – ‘are tomorrow those who must be sacrificed’, terror must ‘fit each of them equally well for the role of executioner and the role of victim’. The purpose of totalitarianism, in short, was not political: it did not fulfil the requirements of rule; it served no constituency or belief; it had no utility. Its sole function was to create a fictitious world where anxious men could feel at home, even at the cost of their own lives.

Arendt’s account dissolves conflicts of power, interest and ideas in a bath of psychological analysis, allowing her readers to evade difficult questions of politics and economics. We need not probe the content of a particular ideology – what matters is not what it says but what it does – or the interests it serves (they do not exist). We can ignore the distribution of power: in mass society, there is only a desert of anomie. We can disregard statements of grievance: they only conceal a deeper vein of psychic discontent. Strangest of all, we needn’t worry about moral responsibility: terror makes everyone – from Hitler to the Jews, Stalin to the kulaks – an automaton, incapable of judgment or being judged".

...

By the Cold War’s end, Arendt’s account of totalitarianism had been so trashed by historians that Irving Howe was forced to defend her as essentially a writer of fiction, whose gifts for ‘metaphysical insight’ enabled her to see the truth that lay beneath or beyond the verifiable facts. ‘To grasp the inner meaning of totalitarianism,’ Howe wrote in 1991, ‘you must yield, yourself, a little imaginatively.’


La parte vigente del pensamiento de Arendt tendría que ver con sus escritos sobre el imperialismo, el sionismo (lo que nos lleva a las discusiones sobre racismo y etnocentrismo), y el el "carrerismo", y los planteamientos vinculados a la idea de la "banalización del mal"; cómo se llega a las grandes atrocidades desde pequeños vicios o defectos, inadvertidamente, por seguir sumisa y acríticamente rutinas de todos los días. Y también cómo se llega a esos males con una lógica pragmática y competitiva, desatendiendo las consecuencias y los contenidos de las acciones. Puesto en los términos en los que los pondría Jon Elster, lo mejor de Arendt son los mecanismos que están en la base de sus explicaciones causales.


"If Arendt matters today, it is because of her writings on imperialism, Zionism and careerism. Composed during the 1940s and early 1960s, they not only challenge facile and fashionable applications of the totalitarianism thesis; they also eerily describe the dangers that the world now faces. By refusing to reckon with these writings, the journalists, intellectuals and academics who make up the Arendt industry betray her on two counts: they ignore an entire area of her work and fail to engage with the unsettling realities of their own time. The latter would not have surprised Arendt: empires tend to have selective memories. The history of ‘imperialist rule’, she wrote at the height of the Vietnam War, ‘seems half-forgotten’, even though ‘its relevance for contemporary events has become rather obvious in recent years.’ America was so transfixed by ‘analogies with Munich’ and the idea of totalitarianism that it did not realise ‘that we are back, on an enormously enlarged scale . . . in the imperialist era.’

...

Many people believe that great crimes come from terrible ideas: Marxism, racism and Islamic fundamentalism gave us the Gulag, Auschwitz and 9/11. It was the singular achievement of Eichmann in Jerusalem, however, to remind us that the worst atrocities often arise from the simplest of vices. And few vices, in Arendt’s mind, were more vicious than careerism. ‘The East is a career,’ Disraeli wrote. And so was the Holocaust, according to Arendt. ‘What for Eichmann was a job, with its daily routine, its ups and downs, was for the Jews quite literally the end of the world.’ Genocide, she insisted, is work. If it is to be done, people must be hired and paid; if it is to be done well, they must be supervised and promoted.

Eichmann was a careerist of the first order. He had ‘no motives at all’, Arendt insisted, ‘except for an extraordinary diligence in looking out for his personal advancement’. He joined the Nazis because he saw in them an opportunity to ‘start from scratch and still make a career’, and ‘what he fervently believed in up to the end was success.’ Late in the war, as Nazi leaders brooded in Berlin over their impending fate and that of Germany, Eichmann was fretting over superiors’ refusing to invite him to lunch. Years later, he had no memory of the Wannsee Conference, but clearly remembered bowling with senior officials in Slovakia.

This aspect of Arendt’s treatment of Eichmann is often overlooked in favour of her account of the bureaucrat, the thoughtless follower of rules who could cite the letter of Kant’s categorical imperative without apprehending its spirit. The bureaucrat is a passive instrument, the careerist an architect of his own advance. The first loses himself in paper, the second hoists himself up a ladder. The first was how Eichmann saw himself; the second is how Arendt insisted he be seen.

Most modern theorists, from Montesquieu to the American Framers to Hayek, have considered ambition and careerism to be checks against, rather than conduits of, oppression and tyranny. Arendt’s account of totalitarianism, too, makes it difficult to see how a careerist could survive or prosper among Nazis and Stalinists. Totalitarianism, she argued, appeals to people who no longer care about their lives, much less their careers, and destroys individuals who do. It preys on the dissolution of class structures and established hierarchies – or dissolves those that remain – and replaces them with a shapeless mass movement and a bureaucracy that resembles an onion more than a pyramid.

The main reason for the contemporary evasion of Arendt’s critique of careerism, however, is that addressing it would force a confrontation with the dominant ethos of our time. In an era when capitalism is assumed to be not only efficient but also a source of freedom, the careerist seems like the agent of an easy-going tolerance and pluralism. Unlike the ideologue, whose great sin is to think too much and want too much from politics, the careerist is a genial caretaker of himself. He prefers the marketplace to the corridors of state power. He is realistic and pragmatic, not utopian or fanatic. That careerism may be as lethal as idealism, that ambition is an adjunct of barbarism, that some of the worst crimes are the result of ordinary vices rather than extraordinary ideas: these are the implications of Eichmann in Jerusalem that neo-cons and neoliberals alike find too troubling to acknowledge.

Ver artículo completo en:

http://www.lrb.co.uk/v29/n01/robi02_.html

miércoles, 20 de diciembre de 2006

Doctoral Programs in Political Theory

Para universitarios interesados en hacer postgrados y doctorados en ciencia política en los Estados Unidos o Canadá, les recomiendo esta página:

http://www.politicaltheoryprograms.info/index.html

En general, en Perú somos muy pocos los doctores en ciencia política. No tengo el número exacto, pero estoy seguro de que sobradamente se pueden contar con los dedos de la manos; tal vez con los dedos de una sola mano. En términos generales, la ciencia política en el Perú está en pañales. Si miramos el desarrollo institucional de la disciplina, y la comparamos con la situación regional, quedamos muy mal parados. Ver el trabajo de David Altman al respecto, en la Revista de Ciencia Política, publicado el año pasado:

http://www.scielo.cl/pdf/revcipol/v25n1/art1.pdf

En ese mismo número tengo a mi cargo la evaluación del caso peruano, como verán, bastante crítica:

http://www.scielo.cl/pdf/revcipol/v25n1/art17.pdf

Ojalá que las nuevas generaciones se animen a hacer doctorados en ciencia política, y que vuelvan al Perú después... por lo pronto, hay en este momento un buen número de peruanos haciendo postgrados en ciencia política en muchas partes del mundo... la cosa es que terminen, se gradúen, publiquen sus tesis, y en algún momento regresen al país... ojalá también que se consolide una demanda por profesionales de la ciencia política, para que el retorno sea una opción atractiva. Veremos...

¡Los blogs sirven también para quejarse!

El sábado pasado, o el anterior, Rafael León publicó en su columna en Somos de El Comercio un artículo sobre lo mal que se trata a los intelectuales en el país. León señala correctamente cómo se abusa del trabajo intelectual: se nos invita constantemente a ser presentadores de libros, comentaristas de ponencias, a escribir artículos y dictámenes sobre proyectos, tesis, artículos, a dar charlas y conferencias, a dar entrevistas, hacer presentaciones varias, pero ¡NO SE NOS PAGA POR ESO!

En los últimos días, me he cruzado con amigos que asumieron que, por ser entrevistado en radio o televisión o algún diario, por haber escrito un documento de trabajo para el último CADE, o por haber preparado una intervención en alguna presentación de libro, revista, o conferencia universitaria reciente, me habían pagado. ¡Provecho! La triste realidad es que NADIE ME PAGÓ un centavo por eso. Uno queda doblemente mal: por no cobrar, y por quedar como que cobró ante los demás, cuando en realidad no fue así.

Estoy de mal humor porque en estos días tengo miles de cosas que hacer, referidas a mis trabajos remunerados, a mis obligaciones principales, y al mismo tiempo estoy presionado para terminar un artículo para una revista, redactar un dictamen sobre la calidad de un artículo para un journal, y de un proyecto para una financiera, trabajos por los cuales TAMPOCO ME VAN A PAGAR.

Esto no sería problema si uno fuera millonario, o viviera de sus rentas. Pero para los que trabajamos para vivir sí lo es, porque estas actividades nos quitan tiempo que podríamos dedicar a nuestros trabajos remunerados, a otras causas voluntarias, a nuestra familia y amigos, o a nosotros mismos, o al "ocio creador".

Uno puede apoyar ciertas causas sin remuneración, por convicción, identificación, simpatía, etc., por el puro gusto de hacerlo. Pero todo tiene un límite. En general, con el trabajo intelectual se suele abusar, como bien dice León.

Carta de respaldo al CEPLAN

[Hoy salió publicada en La República una carta abierta suscrita por varias instituciones y personas, entre las que me incluyo, expresando preocupación por la falta de apoyo al CEPLAN, Centro Nacional de Planeamiento Estratégico]


Carta Abierta
Al Presidente de la República, Alan García Pérez, al Presidente del Consejo de Ministros, Jorge del Castillo Gálvez, al Congreso de la República y a la opinión pública en general


Las organizaciones y ciudadanos que suscribimos, queremos expresar nuestra opinión y preocupación por lo siguiente:

El Planeamiento Estratégico es una de las herramientas fundamentales de los estados modernos para construir una visión y sentido de desarrollo integral para el largo plazo, optimizar la gestión y la formulación de políticas públicas y avanzar hacia una efectiva reforma del Estado.

A partir del Planeamiento Estratégico, el Perú ha de encaminarse a aprovechar sus potencialidades internas para el desarrollo territorial, concertar los esfuerzos y aportes de los diversos actores expresados en los planes de desarrollo regional y local, consolidar nuestra presencia competitiva en los mercados externos, generar una economía con inclusión social, reducir significativamente la pobreza y perfeccionar el actual proceso de descentralización. La Quinta Política de Estado del Acuerdo Nacional asume el planeamiento estratégico como instrumento de concertación de objetivos y coordinación de acciones para alcanzar el desarrollo nacional y la integración a la economía global.

El 5 de mayo de 2005, se promulgó la Ley Nº 28522 que crea el Sistema Nacional de Planeamiento Estratégico y el Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (CEPLAN), como cabeza de dicho Sistema que ha de funcionar de forma descentralizada y articulando los esfuerzos locales y regionales. Recientemente, el Congreso de la República ha aprobado la Ley General de Presupuesto Público para el año 2007, cuya tercera disposición transitoria autoriza al Ministerio de Economía y Finanzas la apertura del pliego presupuestario del CEPLAN y la asignación de un monto que haga posible su inmediato funcionamiento.

Dentro de quince años – el año 2021- el Perú celebrará doscientos años de su independencia nacional; los peruanos esperamos llegar a esa fecha con una democracia consolidada, con aceptables niveles de inclusión social, política y económica y con un rumbo claro que nos conduzca al desarrollo integral y sostenible. Alcanzar esos propósitos requiere de la adopción de un Plan Nacional de Desarrollo que ha de empezar ha formularse y ejecutarse desde ahora y de forma concertada.

En tal sentido, hacemos una invocación para que en el más breve plazo, y antes del 31 de diciembre de 2006, el Presidente de la República, Alan García Pérez, designe al responsable del Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (CEPLAN), y disponga que el Presidente del Consejo de Ministros y el Ministro de Economía y Finanzas definan el monto presupuestal de apertura para el año 2007 para la puesta en funcionamiento del CEPLAN y del Sistema Nacional de Planeamiento Estratégico. Invocamos también al Congreso de la República a ejercer su rol de fiscalización en este campo, y a la población en general a expresar sus opiniones y desplegar sus esfuerzos para alcanzar el desarrollo de nuestro país.


Lima, diciembre de 2006

martes, 19 de diciembre de 2006

¿Cómo interpretar los resultados de las elecciones regionales y municipales?

Artículo publicado en Perú21, martes 19 de diciembre de 2006


Pasadas unas semanas de las elecciones del 19 de noviembre, contamos con más datos que nos permiten hacer mejores análisis. Recomiendo especialmente el artículo de Carlos Meléndez y Sofía Vera en el boletín Argumentos del Instituto de Estudios Peruanos, disponible en:

http://www.cholonautas.edu.pe/argumentos08.pdf.

Meléndez y Vera muestran evidencia de la existencia de procesos de construcción de liderazgos regionales; nueve de los presidentes regionales electos quedaron segundos en las elecciones de 2002 (Apurímac, Ayacucho, Cusco, Ica, Loreto, Moquegua, San Martín, Tacna y Ucayali); otros más tienen una importante experiencia previa como alcaldes provinciales (Arequipa, Callao, La Libertad, Huancavelica, además de Loreto, ya mencionado). A esto tenemos que sumar un presidente regional reelecto (Lambayeque) y otro con una importante trayectoria política previa (Junín). Además, en cinco departamentos (Ayacucho, Cajamarca, Cusco, Ica, San Martín) el movimiento regional ganador ganó también la mitad o más de las alcaldías provinciales de la región. Finalmente, los autores muestran que el promedio con el cual los presidentes regionales fueron electos subió ligeramente entre 2002 y 2006, de 28 a 32%, y que las diferencias entre el ganador y el que quedó segundo aumentaron ligeramente en 2006.

¿Estamos ante una reconstrucción política regional? La evidencia no alcanza para tener una respuesta clara: el hecho de que haya cierta continuidad política y un ligero aumento en el promedio de votación de los ganadores es apenas un indicio, no una prueba; y si bien en cinco regiones los ganadores se articulan con un buen número de alcaldes provinciales, también tenemos que, cuando menos en la mitad de ellas, lo que vemos es una desconexión entre el ámbito regional y el provincial.

Al margen de qué es lo que pase en el futuro, esta discusión debería servirnos para pensar en qué tenemos que hacer para mejorar la representación política en las regiones y municipios. Algunas pistas: es importante consolidar el liderazgo de actores regionales con experiencia política y de gestión, y limitar el espacio para los improvisados; propiciar la continuidad de los movimientos regionales y las organizaciones locales (en la actualidad, la ley comete el error de cancelar el registro de estas últimas concluida la elección); propiciar la articulación entre espacios regionales, provinciales y distritales; utilizar los consejos regionales y municipales como espacios de concertación política entre ganadores y perdedores, para lo cual deberíamos desaparecer o moderar el "premio de mayoría" que en la actualidad se le da al ganador. Este camino es mucho mejor que introducir una segunda vuelta, que podría agravar, no solucionar, los problemas de representación. Hoy se puede ganar una elección con 18% (Puno); con segunda vuelta, se podría ganar sacando todavía menos en la primera vuelta. Sacar después más de 50% es totalmente artificial.

lunes, 18 de diciembre de 2006

Salió Argumentos no. 8, boletín del Instituto de Estudios Peruanos

Este número de Argumentos es el último del 2006 y también el último dedicado al análisis de coyunturas electorales, en un año en el que asistimos a una elección presidencial con segunda vuelta y a comicios regionales y municipales. En buena medida los artículos aquí presentados van contra un sentido común centralista que señala que ante la derrota de los partidos nacionales ha aumentado la desestructuración social. Lo que muestran los resultados regionales es el triunfo, en varios departamentos del país, de movimientos que tenazmente iniciaron procesos de construcción de nuevos referentes políticos, trabajando a veces distrito por distrito, provincia por provincia. El Perú sigue siendo un país de cambios. La coyuntura electoral que analizamos nos permite abordarlo desde una perspectiva política, social y cultural.

En este número presentamos:

Romeo Grompone, ALAN GARCÍA: ENTRE LA INICIATIVA Y LA ESPERA.

Carlos Meléndez y Sofía Vera, SI “TODOS PERDIERON” ¿QUIÉN GANÓ?

Mariel García Llorens, ELECCIONES REGIONALES Y LA (RE)PRODUCCIÓN DEL DISCURSO NACIONAL-LIMEÑO EN LOS MEDIOS.

Roberto Bustamante Vento, ESA LIMA QUE SE VA (O QUE YA SE FUE).

Rodrigo Barrenechea y Manuel Dammert VENEZUELA Y ECUADOR: Elecciones y perspectivas.

Saika Uno, ¿EL TLC EN MANOS DE DIOS?

Argumentos 8 puede ser descargado desde el siguiente link www.cholonautas.edu.pe/argumentos08.pdf

La catástrofe de Bush en el medio oriente, por Timothy Garton Ash

Este artículo es muy interesante porque no proviene de un autor que uno sabe de antemano que va a criticar cualquier cosa que haga Bush, sino de alguien que señala:

"Muchas veces, en estas páginas y en otros foros, he aconsejado que no hay que caer en el reflejo de criticar a Bush ni en el antiamericanismo automático. Estados Unidos no es el único culpable en este asunto, ni mucho menos. Conseguir que mejoren las cosas en Oriente Próximo es uno de los retos más difíciles que existen en la política mundial. Los habitantes de la región tienen gran responsabilidad por su situación. Y también la tenemos los europeos, por nuestros pecados de omisión pasados y nuestros pecados de comisión actuales".


Zorba 'el Bush'
El presidente de EE UU ha creado una sangrienta catástrofe en Oriente Próximo
T. Garton Ash 17/12/2006
El País


Qué maravilla de catástrofe y qué sangrienta. La política del Gobierno de Bush respecto a Oriente Próximo en los cinco años transcurridos desde el 11-S está culminando en un choque múltiple de trenes. En la historia de los conflictos humanos, nunca un país tan grande consiguió tan poco a costa de tanto. Prácticamente en todas las áreas importantes de Oriente Próximo, la política estadounidense de los últimos cinco años ha abordado una situación que estaba mal y la ha empeorado.

Si las consecuencias no fueran tan graves, daría risa un fracaso de proporciones tan épicas, digno de Zorba el Griego, que, al contemplar las ruinas de su gran proyecto, exclamó aquella memorable frase: "¿Habéis visto alguna vez un desastre más espléndido?". Pero la temeraria imprudencia de Zorba el Bush ha provocado la muerte, la mutilación, el desarraigo o el empobrecimiento de cientos de miles de hombres, mujeres y niños, sobre todo árabes musulmanes, pero también cristianos libaneses, israelíes y soldados estadounidenses y británicos. Al contribuir a alienar todavía más a los musulmanes ha ayudado a crear un mundo en el que, cuando caminamos por las calles de Londres, Madrid, Jerusalén, Nueva York o Sidney, todos y cada uno de nosotros estamos menos seguros. Ríanse si se atreven.

El comienzo fueron los atentados del 11-S. Es importante destacar que no es justo echarle la culpa de ellos a George W. Bush. La invasión de Afganistán fue una respuesta justificada a los atentados, que fueron impulsados por Al Qaeda desde sus bases en un Estado descontrolado y sometido a la tiranía de los talibanes. Pero si había que actuar en Afganistán, había que hacerlo debidamente. Y no fue así. Crear un orden medio civilizado en uno de los lugares más escarpados, inhóspitos y de tribalismo más recalcitrante del planeta no tenía más remedio que ser un reto inmenso. Si en los últimos cinco años se hubieran dedicado a la tarea los recursos de las democracias mundiales, incluidas las de una OTAN nueva y ampliada, tal vez podríamos hablar hoy, al menos, de un triunfo parcial.

En cambio, Bush, Cheney y Rumsfeld nos llevaron a Irak, con la ayuda y la complicidad de Tony Blair, y dejaron el trabajo en Afganistán a medio terminar. Hoy, Osama Bin Laden y sus esbirros siguen probablemente escondidos en las montañas de Waziristán, justo al otro lado de la frontera, en el norte de Pakistán, los talibanes han recobrado fuerza y todo el país es un caos de sangre. En vez de un triunfo parcial, tras una intervención legítima, nos encontramos con dos desastres que crecen sin cesar en Afganistán y en Irak.

Estados Unidos y Reino Unido invadieron Irak con falsas excusas, sin la debida autoridad legal ni legitimidad internacional. Si Sadam Husein, un peligroso tirano y demostrado agresor internacional, hubiera poseído verdaderamente reservas secretas de armas de destrucción masiva, la intervención podría haber estado justificada; como no las tenía, no lo estuvo. Luego, gracias a la impresionante incompetencia de los guerreros civiles de sillón en el Pentágono y en la Casa Blanca, hemos transformado un Estado totalitario en un país de anarquía. Decíamos que íbamos a hacer que Irak avanzara hacia la libertad de Locke, pero lo sumergimos en una naturaleza digna de Hobbes. Cada vez son más los iraquíes -los que no han muerto- que dicen que las cosas están peor que antes. ¿Quiénes somos nosotros para decirles que se equivocan?

Ahora nos disponemos a retirarnos. Después de trabajar en Basora, en la Operación Simbad, un número reducido de tropas británicas se establecerá en su base en el aeródromo de la ciudad. Nos sentaremos en el desierto y a eso lo llamaremos paz. Si la Casa Blanca sigue el consejo de la Comisión Baker-Hamilton, las tropas estadounidenses harán algo parecido, y dejarán asesores incorporados a las fuerzas iraquíes. Hace 30 años, la retirada de Estados Unidos quedó tapada por la vietnamización; ahora quedará disimulada por la iraquización. Mientras tanto, los iraquíes podrán seguir matándose unos a otros hasta que, al final, acaben logrando firmar quizá unos pactos políticos de circunstancias; o quizá no.

Irán, la gran vencedora

La gran vencedora es la dictadura teocrática de Irán. Hace cinco años, la República Islámica tenía un presidente reformista, una oposición democrática importante y una economía en apuros debido a los bajos precios del petróleo. Tenía un aire de derrota. Ahora, las perspectivas de democratización son cada vez menores, el régimen vive la euforia de un petróleo a más de 60 dólares el barril y tiene una enorme influencia, a través de sus hermanos chiíes, en Irak y en Líbano. La probabilidad de que acabe teniendo armas nucleares aumenta de forma proporcional. Al derrocar al dictador iraquí, que no tenía armas de destrucción masiva, hemos conseguido que los dictadores iraníes tengan más posibilidades de adquirirlas. Y esta semana, el presidente de Irán, Ahmadineyad, hizo un nuevo llamamiento a la destrucción del Estado de Israel. Los neoconservadores estadounidenses que pretendían hacer que Oriente Próximo fuera más seguro para los israelíes han acabado por lograr que sea más peligroso para ellos.

No hacía falta que el Grupo de Estudios sobre Irak nos dijera que es fundamental resolver el conflicto árabe-israelí mediante una solución de dos Estados, Israel y Palestina. En los últimos meses de la Administración de Clinton, Estados Unidos estuvo a punto de cerrar el acuerdo. Sin embargo, con Bush hemos retrocedido. Incluso la solución de Ariel Sharon -y respaldada por Bush- de una separación a través de hechos consumados ha quedado en segundo plano, con la guerra de este verano en Líbano, la ascensión de Hamás en Palestina (en parte, también un efecto secundario de las prisas de Bush para que se convocaran elecciones) y una desilusión creciente de la población israelí.

La 'contrarrevolución del cedro'

Después de un aparente éxito con la revolución del cedro en Líbano y la posterior retirada de las tropas sirias, el Gobierno de Bush, con su apoyo tácito a la acción militar sostenida pero ineficaz de los israelíes el pasado verano, desautorizó al propio Gobierno libanés al que afirmaba respaldar. Ahora, Hezbolá está enfrentándose a los revolucionarios de terciopelo que apoya Occidente con sus mismas armas: tras la revolución del cedro llega la contrarrevolución del cedro. En Egipto, supuesto ejemplo del respaldo de Estados Unidos a la democratización pacífica en el segundo mandato de Bush, el triunfo electoral de los islamistas (como en Palestina y Líbano) parece haber asustado a Washington, que ha abandonado su nueva política casi antes de haberla empezado a llevar a la práctica. En el lado positivo, lo único que hay es la renuncia de Libia a las armas de destrucción masiva y unos cuantos intentos de reforma en algunos Estados árabes más pequeños.

He aquí, pues, la hoja de resultados de Afganistán, Irak, Irán, Israel, Palestina, Líbano y Egipto: peor, peor, peor, peor, peor, peor y peor. Y ahora, con James Baker, Estados Unidos puede pasar de los pecados del hijo a los pecados del padre. Al fin y al cabo, fueron Baker y George H. W. Bush quienes dejaron matar a los que se habían atrevido a alzarse contra Sadam al final de la primera guerra del Golfo, para no hablar del entusiasmo con el que Washington ha mantenido sus pactos faustianos con petroautocracias como Arabia Saudí. Me dicen que la propia Condoleezza Rice, nada menos, ha comentado irónicamente que la palabra democracia no aparece prácticamente en el Informe Baker-Hamilton.

Muchas veces, en estas páginas y en otros foros, he aconsejado que no hay que caer en el reflejo de criticar a Bush ni en el antiamericanismo automático. Estados Unidos no es el único culpable en este asunto, ni mucho menos. Conseguir que mejoren las cosas en Oriente Próximo es uno de los retos más difíciles que existen en la política mundial. Los habitantes de la región tienen gran responsabilidad por su situación. Y también la tenemos los europeos, por nuestros pecados de omisión pasados y nuestros pecados de comisión actuales. No obstante, la mayor parte de culpa le corresponde a Zorba el Bush. Hay pocos ejemplos en la historia reciente de un fracaso de tales dimensiones. Felicidades, señor presidente, ha creado un desastre estupendo.reciente de un fracaso de tales dimensiones como el de la zona del mundo árabe.

La importancia de la cultura en las explicaciones políticas

Que la cultura es una variable importante para explicar los fenómenos políticos, es algo indudable. Sin embargo, y acá hablo desde mis sesgos como politólogo, pienso que deberíamos intentar primero explicar los fenómenos políticos usando variables políticas, y sólo si ellas no son suficientes, recurrir a otras, como las culturales.

Ver por ejemplo el artículo siguiente, y compararlo con el anterior de T.Garton Ash. El por qué la democracia no germina en el medio oriente se puede explicar perfectamente por la desastrosa política exterior de los Estados Unidos, sin necesidad de recurrir a la variable cultural, que termina culpando a los pueblos esa región de los problemas causados por los Estados Unidos. En el mismo sentido, en América Latina no estamos mal por ser católicos, sino por cómo funcionan nuestras instituciones y nuestra política, el tipo de nuestra inserción internacional, nuestros problemas sociales, etc., etc.


Hearts, Minds and Schools

By Lawrence E. HarrisonSunday, December 17, 2006
The Washington Post

The war in Iraq has produced many casualties. One lesser-noticed one may be the death of an idea -- the idea that the culture of a nation or region can be transformed quickly by well-intentioned foreigners. The recent report of the Iraq Study Group scarcely mentions the grand goals of bringing democracy to Iraq, and instead contemplates a drawdown of U.S. combat troops. It seems that the notion of transforming the political culture of the Middle East has been drawn down as well.

"Are the people of the Middle East somehow beyond the reach of liberty?" President Bush asked in 2003. "Are millions of men and women and children condemned by history or culture to live in despotism? I, for one, do not believe it." As his audience applauded, he went on to criticize the "cultural condescension" of skeptics who believe that Islam and democracy don't mix.

The president was, at best, half right. In the long run, the values of freedom may be right and true for all people in all societies. But the cultural values favorable to pluralism and entrepreneurship are indispensable to building democracy and capitalist prosperity.

For the past half-century, politicians and experts in rich countries have tried to improve living standards and build democracy in Africa, Asia and Latin America. Early on, they, too, were convinced that tyranny and poverty could be defeated, that democracy and capitalism were rooted in human nature. With a few exceptions, such as South Korea and Taiwan, meaningful progress has not materialized.

Some cultures and some religions clearly do better than others in promoting democracy and prosperity. Iraq and Afghanistan show that, where culture is adverse, a blind belief in the power of freedom is a frail foundation for U.S. policy.

But culture is not destiny. The failures in Iraq and instability in Afghanistan do not prove that these or other countries are condemned to stagnation and political oppression. For politics to change, however, culture must change, too -- and that takes much more than dispatching troops, holding elections and writing constitutions.

During my 20 years (1962-82) with the U.S. Agency for International Development, I directed five missions in Central America and the Caribbean. Like other young idealists, I believed that President John F. Kennedy's Alliance for Progress -- a "Marshall Plan" for Latin America -- would make the region safe for democracy.

But as I encountered daily the intractability of Latin America's problems, it became clear to me that poverty and injustice were rooted in the region's values. I was learning what Federal Reserve Chairman Alan Greenspan would articulate years later, after the Russian economy collapsed in the late 1990s. "I used to think that capitalism was human nature," he reflected. "But it isn't at all. It's culture." The same is true of democracy.

In the late 1970s, I worked in Haiti, which shares the island of Hispaniola with the Dominican Republic. In 1804, when Haiti became independent, it was vastly richer and more powerful than the Spanish colony to the east. But today Haiti is by far the poorest country in the hemisphere -- in 2003, its per capita income was $1,740, compared with $6,820 for the Dominican Republic, according to U.N. estimates. Adult literacy was 51 percent in Haiti, vs. 88 percent in the Dominican Republic. And while Dominicans have experienced substantial democratic continuity in the past 40 years, authoritarianism has been the norm for Haiti.

The Dominican Republic's evolution has been typical of Latin America, while Haiti's has been typical of Africa. Why the difference? The dominant religion in Haiti is voodoo, which nurtures mistrust and irrationality. Its roots are in the Dahomey region of West Africa -- what is today Benin. The levels of income, child malnutrition, child mortality, life expectancy and literacy are virtually identical today in Haiti and Benin.

Some religions and cultures do better than others at promoting personal responsibility, education, entrepreneurship and trust -- all values that shape political and economic development. When it comes to democracy, prosperity and rule of law, Protestant societies -- above all, the Nordic countries of Denmark, Finland, Iceland, Norway and Sweden -- have generally done better than Catholic nations, particularly those of Latin America. Confucian societies such as Japan, Singapore, South Korea, Taiwan and now China have produced transforming economic growth. Islamic countries, even those with oil, have not.

The late senator Daniel Patrick Moynihan once stated: "The central conservative truth is that it is culture, not politics, that determines the success of a society. The central liberal truth is that politics can change a culture and save it from itself."

With these words in mind, I've spent the past four years leading the Culture Matters Research Project at the Fletcher School at Tufts University, where I am a senior research fellow. The effort has involved 65 social scientists, journalists, politicians and development practitioners from 25 countries. We undertook case studies of more than two dozen countries in Africa, the Americas, Asia and Europe, several of which had experienced or were undergoing
transformations from traditional to modern societies.

Our goal was to capture the role of culture and cultural change in a society's evolution. We found that Confucian values of education, achievement and merit played a central role in the economic "miracles" in East Asia. Open economic policies and the welcoming of foreign investment triggered several transformations, including in India, Ireland and Spain. Visionary leadership was crucial in the cases of Botswana, Turkey and Quebec. In Ireland, Italy, Spain and Quebec, modernization was also accompanied by decline in the influence of the Catholic Church.

We concluded that enlightened policies can, over time, produce cultural change -- change that in turn spurs political pluralism and economic development. However, it is extremely difficult to impose such changes from outside; war is not a helpful instrument. Better tools include education that inculcates democratic and entrepreneurial values; improved child-rearing practices; religious reform; and development assistance keyed to cultural change.

The first step is to end illiteracy, which is the greatest obstacle to progressive cultural change. It impedes the human capacity to learn and perpetuates fatalism and superstition. Human progress lags most in societies in which illiteracy is highest, above all in Islamic countries and Africa. Literacy among women may be even more important than literacy among men because of the crucial role women play in child-rearing.

A second, longer-term goal is ensuring a high school education for all. Spain offers a telling example: In 1965, during the Franco dictatorship, 38 percent of the country's high school-age population was in school; in 1982, seven years after Spain's transition to democracy, it was 88 percent.

Child-rearing techniques must also be rethought. Traditional child-rearing patterns are sustained from generation to generation, yet in many countries such customs may instill values that impede progress for individuals and for society. For example, Costa Rican psychiatrist Luis Diego Herrera argues that child rearing in his country typically upholds shrewdness over honesty. "Children are taught contradictory standards of behavior," he said. "They are supposed to abide by the rules, but if they break them, the important thing is to get away with it."

Reducing the role of religion in politics and religious reform more broadly may also be crucial, particularly in the case of Islam. The groundbreaking U.N. Arab Human Development Reports stress openness to the values, ideas and institutions of the non-Islamic world, including tolerance of other religions and commitment to education and gender equality. The advocacy group Freedom House judges not one Arab country to be free, and that has much to do with a culture that nurtures authoritarianism, discourages dissent and places a lower priority on education.

Catholic ambivalence about free markets has contributed to Latin America's costly dalliances with socialism, a point stressed by Catholic writer Michael Novak. Orthodox Christianity's similar ambivalence has contributed to anti-capitalist currents in Russia and elsewhere in Eastern Europe. Support of democratic capitalism by both religions, coupled with their concern about injustice, corruption and crime, could play a key role in progressive cultural change.

Finally, aid agencies and universities must take culture seriously. Because their staffs include professionals committed to cultural relativism, such institutions have largely avoided confronting cultural obstacles to progress. However, they can play an important role in support of reform-minded national leaders by integrating culture into their research, strategies and projects.

Culture does matter. But politics can change culture and enable more rapid progress, substantially transforming societies within a generation. The anguish of the U.S. adventure in Iraq, genocide and famine in Africa, and the huge flow of poor people seeking a better life in rich countries are among the vivid reminders of how difficult it is to create a more democratic, just and prosperous world. Confronting culture can make that challenge more manageable.

lawrence.harrison@tufts.edu
Lawrence E. Harrison is author of "The Central Liberal Truth: How Politics Can Change a Culture and Save It From Itself" (Oxford University Press).

sábado, 16 de diciembre de 2006

El "efecto salmón" (otra charla de café)


Mi amigo Silvio ha publicado en su blog interesantes reflexiones, en un tono informal, sobre lo que podríamos llamar la "identidad peruana", que varias veces ha compartido conmigo. Está su comentario sobre el voley peruano, que motivó otro mío (con el que inicié una sección de este blog que llamo "charlas de café"), y luego una interesante reflexión de Roberto. Luego continuó con tres entregas sobre "el síndrome romerito".

http://grancomboclub.blogspot.com/2006/12/el-vley-peruano-y-la-teora-del.html

http://martintanaka.blogspot.com/2006/12/charla-de-caf-sobre-el-voley-peruano.html

http://elmorsa.blogspot.com/2006/12/la-tentacin-del-fracaso-futbol-y-otras.html

http://grancomboclub.blogspot.com/2006/12/el-sndrome-romerito-i.html

Bueno, acá juego en pared con Silvio y añado un comentario sobre lo que llamo "efecto salmón".

Empecemos por el "síndrome romerito". Según Silvio, se trata de lo siguiente:

"Se lleva una gran carga de frustración y de baja autoestima que resulta ser una fuerza moral en contra, una carga, un lastre. Es lo que llamo el "síndrome Romerito". Es el fatalismo de tener que perder. Se podrá estar cerca, se llegará al "casi", se jugará como nunca, pero se perderá como siempre. A nadie le sorprenderá la derrota. Acaso sólo haya bastado con haberlo hecho bien, con garra. Ya no se trata de ganar, sino de "sudar la camiseta". Una camiseta bien sudada es lo mínimo que se les pide. Que pierdan es disculpable; que no se esfuercen, no lo es. Es la condena de la derrota permamente. Total losers".

Creo que Silvio tiene gran parte de razón. Como muchos han dicho, tenemos un problema de "mentalidad". Recientemente, Carlos Aparicio ha usado esa variable para explicar por qué perdimos varios partidos en el mundial de voley en el quinto set. Efectivamente, estamos acechados siempre por la "tentación del fracaso", como bien dice Roberto. Estamos naturalmente más cerca de Ribeyro que de Vargas Llosa. En el plano cultural, tenemos representaciones y narrativas que refuerzan esto sistemáticamente. Tenemos discursos que, como la historiadora Magdalena Chocano señalara hace algunos años, enfatizan la idea de Basadre del "país de las oportunidades perdidas", y la idea de haber tenido un pasado glorioso que perdimos en el camino, de allí la necesidad de preguntarnos "en qué momento se jodió el Perú". El peso del pasado y de la responsabilidad nos abruma, por eso preferimos inconcientemente la mediocridad, por el pavor que nos genera sufrir una nueva derrota. Nos torpedeamos a nosotros mismos, para luego poder tener excusas. Cuando la verdadera clave del triunfo está en saber asimilar las derrotas. Como bien dice Silvio, un ganador es un perdedor que no se rindió.

Todo esto está en la mente por supuesto. Hay países con discursos en los cuales se está permitido perder, no hay problema con eso, la idea es recuperarse y ganar más adelante. Y seguir insistiendo. Pero acá la derrota es lapidaria. No se aprende la experiencia, se hace leña del árbol caído. De otro lado, la idea del pasado glorioso nos tira para abajo. Si simplemente asumiéramos que estamos en el fondo, cada paso adelante sería valorado. Pero no: siempre será insuficiente. Por eso Venezuela puede avanzar en el futbol; nosotros retrocedemos.

Pero creo que esto es sólo una parte de la explicación. Creo que tenemos que ser justos con Romerito. Alguna vez escuché a Kike Pérez comentar que Romerito perdió por falta de esquina: no tenía un buen manager, un buen preparador, un buen entrenador, buenos asistentes. Además, no conocía las mañas y malas artes del negocio: Mancini habría boxeado con guantes más pesados. A sus guantes les habrían echado gotas que marearon a Romerito. Perdemos también por lornas, porque no sabemos o podemos hacer valer nuestros derechos.

En suma, Romerito perdió por un problema de mentalidad, en parte, pero también porque estaba solo. Y para ganar hay que estar acompañado. A esto llamo efecto salmón. No basta un Romerito: tiene que tener detrás, o a su lado, a mucha otra gente de calidad. Y además, tiene que tener un entorno social y familiar que lo motive. El secreto del salmón como especie es la masividad: muchos empiezan, pocos llegan. Los que llegan, ponen huevos, y de esos muy pocos terminan en salmones adultos. La clave para la especie es el número. Como dijo Santiago Roncagliolo, por cada Vargas Llosa o Bryce, hay 500 en España que nunca llegaron a nada...


Tendremos campeones mundiales de box, o medalla de oro en voley, cuando tengamos cinco, diez, experiencias de jugar finales. Perderemos varias, pero ganaremos también. Pero si todo lo apostamos a un salmón solitario, lo más probable es que quede a medio camino. Tal vez por eso tenemos mejores oportunidades en deportes que no requieren tanta compañía: tenis, tiro, tabla... y somos peores en deportes más colectivos (típico: futbol), o que requieren mucha infraestructura (atletismo, p.e.).

Me adelanto a la crítica de por qué China o la India pueden tener menos medallas que Cuba, dados sus tamaños poblacionales. No me refiero al tamaño de la población total, sino al número de participantes dentro de una carrera específica.

Termino estos comentarios de café diciendo que tenemos que esforzarnos en superar los complejos que nos tiran para abajo, en todo orden de cosas. Y si nos sentimos salmones solitarios, la clave es no tener miedo a equivocarse, a ser derrotado. De las derrotas se aprende mucho. La cosa es la persistencia. La vida es una maratón, no una carrera de cien metros. Por último, si nosotros no somos los que vamos a llegar, podremos al menos hacérsela más fácil a los que vienen detrás. Y así seguimos avanzando.