miércoles, 16 de enero de 2008

Vergara: política y fútbol

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Política y fútbol: relaciones peligrosas

Las fallas técnicas y tácticas de nuestros futbolistas evidencian, principalmente, una carencia de formación. ¿Hace cuántos años que el Perú no tiene alguien que piense en la media cancha?, ¿cómo puede ser que durante dos décadas no consigamos un 6 o un 10 que ordene el juego? Alberto Vergara, académico y politólogo que vive en Montreal por asuntos académicos y laborales, responde estas preguntas con la locuacidad suficiente como para desentrañar el desaguisado futbolístico al que compara con la política.

El candelero sigue ardiendo con el tema futbolístico. A los problemas entre los dirigentes se sumó uno más grave aun: el mal comportamiento comprobado de los futbolistas, especialmente de los que militan en el extranjero, pocos días antes del partido entre Perú y Ecuador en el que la blanca y roja perdió por cinco goles. Quisimos tener la visión de un académico, de un hombre entendido en política, pero también amante del balompié, y nos contactamos con Alberto Vergara, autor del texto “Ni amnésicos ni irracionales”, presentado recientemente. Una obra que, entre otras cosas, define los distintos tipos de elector, tomando como referencia las Elecciones Generales del 2006, votantes que diferencia por sus aspiraciones y demandas. Ratificaremos a través de sus puntuales y acuciosas respuestas la gran similitud existente entre la política y el fútbol, dos campos que funcionan como una caja de Pandora, llenos de sorpresas.

–Alberto, ¿por qué a pesar de los fracasos futbolísticos frecuentes, siempre creemos que en un próximo encuentro nos reivindicaremos?

–Es una mezcla de esperanza con embauque. La alegría de ver ganar a la selección es tan grande que no puedes reprocharle a la gente la esperanza de sentir esa alegría. Yo hasta ahora recuerdo con inmensa alegría el gol del “Chorri” con el que le ganamos a Uruguay el ‘97. Y eso se reproduce como esperanza.

–Que los medios de comunicación masiva alientan…

–Efectivamente, esa esperanza primaria es también construida y alimentada por los medios de comunicación. La gente muerde el anzuelo de “en el fútbol son once contra once”, “los partidos se ganan en la cancha y no con la camiseta”, “Dunga (técnico de la selección de Brasil) dice que Perú es candidato a ir al mundial”… y luego les pasan unos videos de Cueto tirando paredes con Uribe, con el zambo Cavero de fondo cantando “Contigo Perú” y listo, cayeron redonditos, ya están convencidos de que entre Perú y Argentina no hay gran diferencia. Y luego, claro, cuando te hacen tres goles, la aterrizada es bien dolorosa.

–En cualquiera de los dos casos esto suscita poco menos que un sufrimiento.

–Sufrimiento, claro. El sentimiento trágico de la liga, como dice Fernando Iwasaki. Mira, tengo un primo que a los ocho años, saliendo del estadio luego de ver perder a Perú (una vez más), dijo amargamente que él quería ser brasileño. Puede sonar a chiste, pero si lo piensas con calma no es gracioso.

–¿Piensas que las fallas de nuestros jugadores podrían tener que ver con la presión de las masas?

–No. Las fallas de nuestros jugadores son, en primer lugar, suyas. La presión no es mayor que en Ecuador o Chile y, sin embargo, estos países han ido a mundiales en los últimos años. Las fallas son técnicas y tácticas; evidencian una carencia infinita de formación. El fútbol es una industria y un negocio –sólo para la gente es un juego–. Entonces, hay que invertir en esa industria. Tienes que formar futbolistas industrialmente, sólo así se puede conseguir tener un número aceptable de jugadores. ¿Hace cuántos años que el Perú no tiene alguien que piense en la media cancha?, ¿cómo puede ser que durante dos décadas el Perú no consiga un 6 o un 10 que ordene el juego?

–Lo de siempre: falta de dinero para invertir en el deporte.

–El problema no es que falte plata, lo que falta son las restricciones institucionales que impidan que unos comechados crean que la selección o un club es su chacra particular. Esa anomalía en ciencia política se llama “patrimonialismo”, cuando tratas el dinero público como si fuera privado.

El fútbol como la política

–Ya que hablas de política, ¿qué similitudes encuentras entre la política y el fútbol?

–A nivel nacional, varias. En primer lugar, tanto el fútbol como la política nos dejan en claro que la sola bonanza económica del país no alcanza para tener un país estable y sano. Está bien tenerla, pero no es suficiente. Nadie pone en duda que el mercado está generando una riqueza sin precedentes en el país; pero ella, por sí sola, no garantiza ni la continuidad democrática ni el éxito futbolístico. Entonces, así como en política la sola prosperidad no nos va a salvar de un nuevo outsider populista, en el fútbol la riqueza de la sociedad peruana tampoco nos salva de tener dirigentes que se sienten los Hugo Chávez de la Federación Peruana de Fútbol.

–Entonces, ¿qué falta tanto en el fútbol como en la política?

–Reglas, Estado: burocracia moderna sobre criollismo tradicional.

–¿Encontramos otras similitudes?

–Sí, la relación de la sociedad frente a lo que es un esfuerzo colectivo. En política estamos esperando siempre que aparezca un líder fuerte, un iluminado que nos muestre cómo salir de la eterna crisis. En el fútbol es lo mismo, el salvador de la patria es el “quimboso”, aquel que con su pura habilidad resuelve el partido a nuestro favor. De manera que todos nos entregamos en cuerpo y alma a la ilusión de que nuestro “quimboso” se encargue de convertir su habilidad en nuestro triunfo.

–De manera inconsciente delegamos esfuerzos.

–Nos desentendemos, delegamos, pensamos “mejor que otro se encargue”. Buena parte de la sociedad peruana, tanto en política como en fútbol, está a la espera de un individuo que frote la lámpara –como repiten los narradores de fútbol– y nos lleve al éxito.

–¿De qué manera una victoria o una pérdida pueden ser gravitantes en el clima social, en el ánimo del ciudadano?

–Eso depende de qué victoria y de qué derrota y, sobre todo, del contexto en el que se dan. Imagino que para Bolivia, en este momento, sería genial un triunfo. Serviría para que paceños y santacrucinos hicieran algo juntos. Y una derrota, desde luego, también podría avivar las divisiones.

–Gerald Ford decía: “Un éxito deportivo puede servir a una nación tanto como una victoria militar”.

–Bueno, sí, pero las puede arruinar también. Las victorias militares no son buenas en sí mismas. A la junta militar argentina, en 1978, le vino de maravillas organizar el mundial y ganarlo; eso les dio oxígeno para seguir en el poder un buen rato más. En Francia –creo– fue trascendental que un equipo tan multirracial ganase el mundial de fútbol. Hoy, apenas alguien sale con una frase racista la gente le responde: “Estás insultando a Thuram”. Un ejemplo distinto –pero que va a ser importante– es el de Sudáfrica, que acaba de ganar el mundial de rugby. En un país de mayoritaria población negra su equipo de rugby es casi completamente blanco. Yo te aseguro que en el próximo mundial de este deporte la selección de Sudáfrica va a ser mucho menos blanca.

–¿Te imaginas cómo viviría el Perú un triunfo que cada vez está más lejano?

–Se armaría un gran alboroto, como el que se armó cuando ganamos el concurso “Las 7 maravillas del mundo”. Alan recitó a Neruda, los canales de televisión no hablaban de otra cosa y la gente estaba con la moral al tope. Imagínate lo que sería ir al mundial… Alan nos recita a Vallejo completo.

–¿Podríamos decir que el fútbol es una de las pocas cosas que nos unen?

–No sé si de las pocas, pero, al menos, es de las que hacen que tal unión sea visible. Ahora, cuidado que también puede dividir. Los equipos de fútbol reproducen varias taras y prejuicios sociales en una cancha de fútbol. El racismo peruano es supervisible en el fútbol. Constantino Carvallo, en su libro “Diario educar”, cuenta que una vez estaba en Larcomar con jugadores de Alianza Lima y narra cómo los botaron de las tiendas. Fueron abiertamente discriminados por ser negros, o no suficientemente blancos. Y Carvallo concluye que, acaso inconscientemente, esos mismos chicos se vengan del país negándole triunfos. No me parece descabellado. Fíjate que el Indecopi clausuró la discoteca de Pizarro y le puso una multaza por ser abiertamente racista. ¿Qué unidad va a haber en un equipo donde el capitán de la selección está detrás de semejante hecho?

Sólo ilusiones

–¿Por qué consideras que estamos tan mal en este deporte que, paradójicamente, es el más popular y como tal debería ser el mejor organizado, por decir algo?

–Tal vez, la pregunta debería ser “por qué creemos que nos debería ir mejor”. Tenemos el peor nivel de matemáticas en América Latina, y el 54 por ciento no entiende lo que lee –el promedio en América latina es 27 por ciento–. ¿Y de quién depende el Instituto Peruano del Deporte? De Educación. Entonces, yo me sorprendería si nos fuera bien en fútbol o cualquier otro deporte. Y a eso agrégale los enquistados que empeoran la situación: Burga y el SUTEP. Y el débil siempre es el mismo: el Estado peruano, que es incapaz de conseguir lo que desea, derrotado por intereses particulares.

Texto: Laura Gonzales Sánchez.

DESTACADO:
“Así como en política, la sola prosperidad no nos va a salvar de un nuevo outsider populista, en el fútbol la riqueza de la sociedad peruana tampoco nos salva de tener dirigentes que se sienten los Hugo Chávez de la Federación Peruana de Fútbol”.

Entrevista de la revista Cosas (¡qué! ¿Cosas?)

http://www.cosasperu.com/cosas383/8_off.aspx

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