lunes, 25 de noviembre de 2013

¿Dejà vu?

Artículo publicado en La República, domingo 24 de noviembre de 2013

A inicios de 2004, cuando Alejandro Toledo iniciaba la segunda mitad de su gobierno, estalló el escándalo “César Almeyda”, abogado y exasesor del presidente, ex Jefe de INDECOPI y de la Central Nacional de Inteligencia. Se conoció la grabación de una conversación entre éste y el entonces prófugo general Oscar Villanueva, vinculado a Vladimiro Montesinos, ocurrida a inicios del gobierno (Villanueva se entregó a la justicia en junio de 2002 y se suicidó tres meses después). Almeyda pasó casi tres años de cárcel por estos hechos. También se le involucró en el caso “Bavaria”, a mediados de 2004; se afirmó que habría recibido una coima a finales de 2002 para que implemente acciones que le habrían permitido a esta empresa evadir impuestos. La denuncia no pudo ser probada. Estos escándalos, en su momento, hicieron pensar que el propio presidente Toledo terminaría implicado; teniendo este bajos niveles de aprobación a su gestión, los rumores se hacían creíbles y fueron utilizados indiscriminadamente por sus opositores. Sectores de la prensa especulaban con el escenario de una interrupción del mandato presidencial.

En octubre de 2008, cuando Alan García iniciaba el segundo año de su gobierno, estalló el escándalo “petro-audios”. Personajes vinculados al gobierno habrían ofrecido servicios e influencias a intereses particularistas, y lo supimos por la difusión de audios de conversaciones privadas que demostrarían además la existencia de una red de operadores que habrían ofertado servicios de interceptación telefónica y actividades afines. Se habló de redes vinculadas a los servicios de inteligencia de la Marina de Guerra; algunos recordaron que el primer vicepresidente era un marino. Se especuló que el propio presidente García podría estar involucrado. Como consecuencia del escándalo, se produjo la renuncia del presidente del Consejo de Ministros, Jorge del Castillo, y la designación de Yehude Simon, ex presidente de de la Asamblea de Presidentes Regionales.

Estamos ahora ante el caso “López Meneses”, que estalla cuando el presidente Humala está por llegar a la mitad de su gobierno: una persona vinculada a sectores de inteligencia, con amplios contactos en la policía y en las Fuerzas Armadas, ofrecería servicios diversos, tipificables como de tráfico de influencias. Parte de sus “activos” serían sus vínculos con el poder político. El escándalo es tal que motivó la renuncia del Ministro del Interior, Wilfredo Pedraza, cambio obligado del nuevo Presidente del Consejo de Ministros, César Villanueva, ex presidente de la Asamblea de Presidentes Regionales.

La constante en todo esto es la debilidad del poder político, infiltrable por personajes y redes que tienen su origen en las amplias redes montesinistas que luego de desmembradas empezaron a actuar descentralizadamente. Y el uso “mediático” de información “explosiva” por parte de sectores que se sienten relegados, que arrinconan al poder democrático, que generan grandes escándalos de corto plazo, y que muchos opositores usan irresponsablemente.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

¿Qué es nación?

Artículo publicado en La República, domingo 17 de noviembre de 2013

Hugo Neira vuelve a sorprendernos con un libro desmesurado, ¿Qué es nación? (Lima, Universidad de San Martín de Porres, 2013), continuación de una saga iniciada con ¿Qué es República? (2012) y que sin duda seguirá dándonos más sorpresas en el futuro. El libro puede verse como un ambicioso manual de enseñanza universitaria, que combina discusiones teóricas y conceptuales con una reconstrucción histórica de los procesos de formación nacional “occidentales” (Francia, Gran Bretaña, Alemania) y “no occidentales” (Japón, India, México); sin embargo, no es un manual en sentido estricto, porque en el libro el autor interviene permanentemente con reflexiones que amplían, complejizan, establecen relaciones con otros asuntos, desde su punto de vista y experiencias personales. Digamos que es como asistir a un curso de Hugo Neira sobre el tema de la nación, en el que se exploran “los fundamentos”, “ajenos a la inmediatez y a la politiquería”.

La opción de Neira por centrarse en los fundamentos hace que la pregunta por el Perú esté presente en todo el libro, pero nunca de manera explícita, salvo en unas breves páginas en las que el autor compara Apatzingán de la Constitución en Michoacán, pueblo ubicado en el epicentro de las luchas agrarias y revolucionarias de la segunda década del siglo XX en México, con San Lorenzo de Quinti y Huayopampa, en la sierra de Lima, estudiadas por Julio Cotler y Fernando Fuenzalida, respectivamente, en el marco de un ambicioso proyecto de investigación liderado por José Matos Mar en la década de los años sesenta, en los orígenes del Instituto de Estudios Peruanos. La comparación entre estos pueblos, siguiendo su evolución hasta la situación actual, le permite a Neira esbozar los límites de la modernidad y de los procesos de integración social en el Perú.

A pesar de esto, la apuesta por centrarse en los fundamentos resulta muy pertinente. En nuestra cultura política, mucha gente tiende a manejar un discurso en el que la idea de nación podría llamarse “primordialista”, donde lo que definiría “lo auténticamente peruano” sería una mezcla de elementos “raciales” de raíz andina prehispánica, en donde tendería a buscarse la homogeneidad, y en donde lo percibido como “foráneo”, “extranjero”, tiende a verse con desconfianza y como una pérdida de “autenticidad”. Resulta muy instructivo llamar la atención sobre el hecho de que esta manera de ver lo nacional resulta perniciosa, y que hay muchas otras maneras de entender lo nacional: la pertenencia a una comunidad articulada por un gran acuerdo político colectivo, en donde puede haber una enorme diversidad (la India, por ejemplo), y en donde lo “tradicional” para nada está reñido con lo “moderno”, donde lo autóctono y lo foráneo se mezclan para dar lugar a un “sincretismo” particular (Japón, por ejemplo). Vistas así las cosas, el libro de Neira es también un aporte importante al debate que debemos sostener de cara al bicentenario de nuestra república.

Alejandro Toledo

Artículo publicado en La República, domingo 10 de noviembre de 2013

Siempre tuvo interés en la política. Después de estudiar administración y economía en los Estados Unidos, trabajó en organismos internacionales dedicado a temas de desarrollo, políticas y administración públicas. Durante el segundo gobierno de Fernando Belaunde, fue asesor del Ministro de Trabajo, Alfonso Grados. Luego, se creó una imagen pública de tecnocráta con posiciones de centro-izquierda. Volvió a trabajar en el extranjero, y regresó para las elecciones generales de 1995; no buscó unirse a la candidatura de Javier Pérez de Cuéllar, sino iniciar una aventura personalista. Como candidato de País Posible obtuvo el 3.5% de los votos, pero logró llamar la atención.

En las elecciones de 2000, la fortuna le sonrió. El principal candidato opositor al fujimorismo fue Alberto Andrade, pero fue demolido por la campaña montesinista; lo mismo ocurrió con Luis Castañeda. Inesperadamente, su candidatura empezó a tener protagonismo. Allí conocimos la increíble historia de Alejandro Toledo: el niño trabajador de Cabana, octavo de 16 hijos, de los que solo sobrevivieron nueve, que se mudó con su familia a Chimbote; que destacó en la escuela, gracias a lo cual tuvo la increíble fortuna de ganar una beca para estudiar en los Estados Unidos. Toledo combinaba cierto saber tecnocrático con un origen humilde, y sabía explotar políticamente ambas cosas, lo que lo convirtió en un candidato formidable. [Cuando no cuajaba como técnico o político, despertaba complicidad, por su origen; cuando lo pretendían descalificar por su origen, sacaba a relucir sus logros]. Sin habérselo propuesto, le tocó ser el líder de la oposición al autoritarismo fujimorista, y supo estar a la altura. Con esos pergaminos ganó la elección de 2001, nada menos que a Alan García.

Como presidente, sin embargo, conocimos sus debilidades políticas y personales, que hicieron que encabezara un gobierno con muy baja aprobación ciudadana. Con todo, al terminar su mandato, podría decirse que el saldo no era nada malo, con lo que legítimamente podía aspirar a una reelección en 2011. Al terminar el segundo gobierno de García el de Toledo se veía aún mejor, y la posibilidad de un triunfo de candidatos como Keiko Fujimori u Ollanta Humala hacían la opción de Toledo aún más atractiva. Sin embargo, Toledo necesitaba reinventarse: no podía seguir contando las historias de Cabana, ni presentarse como una figura renovadora. Optó por aparecer como “estadista” con experiencia: sin embargo, el carácter lo traicionó. Esa imagen aparecía como impostada, como encubriendo a un político oportunista. La operación no funcionó, se cometieron grandes errores en la campaña, y Toledo terminó con el 15.6% de los votos.

Desde entonces, la imagen de un político oportunista que se escuda en la falsa imagen de la dignidad de exmandatario lamentablemente se ha consolidado. Los recientes escándalos por compras y ventas de inmuebles en los que se ha visto involucrado pueden no llegar a tener implicancias penales, pero sí han sido políticamente devastadoras para su imagen. [Pasamos del hombre de origen humilde que llegó a la cima, al que por llegar allí olvida sus orígenes y deviene en frívolo y ambicioso; lo que antes parecía natural, hoy es impostación; lo que antes despertaba complicidad, hoy rechazo]. Una lástima para quien encarnó la promesa de la democratización en el país después del fujimorismo.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Latinobarómetro 2013

Artículo publicado en La República, domingo 3 de noviembre de 2013

Acaba de aparecer el Latinobarómetro 2013, encuesta de opinión que cubre los 18 países latinoamericanos, salvo Cuba, con entrevistas realizadas entre mayo y junio de este años, representativas del total de la población. Como en todos los años, aparecemos como un país muy singular. Si bien hemos sido la economía que más ha crecido en el último año, con Paraguay y Panamá, tenemos los más bajos niveles en cuanto a la evaluación de cómo está la situación económica de cada entrevistado, junto a Honduras y República Dominicana, y en general somos los que más nos preocupamos por problemas económicos. Además, nos preocupa especialmente el problema de la delincuencia, junto a Venezuela y Uruguay.

Al mismo tiempo, tenemos expectativas relativamente altas de movilidad social: una diferencia relativamente alta que surge de comparar los indicadores estadísticos de estratos sociales con las autopercepciones: somos de los países con más tendencia a que población “pobre” se defina como de “clase media”, junto a Bolivia, Ecuador y México.

En lo político, como hace tiempo, en el sótano: somos los menos entusiastas con la afirmación de que la democracia es el mejor sistema de gobierno, junto con México y El Salvador; pensamos que nuestra democracia tiene “grandes problemas”, junto con Honduras, Paraguay y Brasil; somos los más insatisfechos con el funcionamiento de la democracia, con México y Honduras. Esto se expresa en que somos el país donde más entrevistados piensan que la democracia puede funcionar sin Congreso, con México y Panamá. Estas visiones críticas se expresan en sentimientos de cierta desafección política: somos el país con los más bajos niveles de interés en la política, junto con Chile y Costa Rica. Al mismo tiempo, somos uno de los países en donde menos entrevistados se identifican como de izquierda o derecha, junto a Chile, Brasil, Bolivia y Argentina. En cuanto a quienes sí lo hacen, Perú aparece como el país más centrista de toda América Latina, la región, seguido por Paraguay y Bolivia.

Acaso el crecimiento económico y los cambios que ha generado han aumentado nuestras expectativas, pero al mismo tiempo se han hecho más evidentes nuestros problemas institucionales, por lo que la criticidad y la distancia frente al sistema político siguen siendo enormes. A pesar de esto, no parecemos inclinarnos por salidas radicales ni de izquierda ni de derecha. En el Perú prosperan retóricas antisistema y antipolíticas, pero sin signos ideológicos distintivos.

PS. No hay mucho que comentar todavía sobre el nuevo Presidente del Consejo de Ministros, César Villanueva. Su gabinete ministerial, con los cambios correspondientes, empezaría recién a finales de año, inicios del próximo. Es obvio que al presidente Humala no le gusta que lo “apuren”. Prefiere pagar el precio de la caída en la popularidad, a cambio de, supuestamente, mayor estabilidad a mediano plazo. Veremos si esta apuesta rinde sus frutos, Villanueva es un muy buen político.