miércoles, 25 de noviembre de 2015

André Glucksmann y París

Artículo publicado en La República, domingo 22 de noviembre de 2015

El día 9 de este mes falleció el filósofo francés André Glucksmann (1937-2015). Su trayectoria intelectual y sus temas de interés son de lo más pertinentes, más todavía después de los atentados terroristas del 13 de noviembre pasado en la ciudad de París.

Glucksmann podría ser considerado parte de un grupo intelectual formado en la izquierda en la década de los años sesenta, pero que desde los setenta asumieron posiciones sumamente críticas con el marxismo y el socialismo real, especialmente después de conocerse la existencia de campos de concentración y de masivas violaciones a los derechos humanos en la Unión Soviética. Hasta ese momento, los brillantes intelectuales de izquierda franceses, representados por Sartre, fueron ambiguos al respecto, así que la nueva generación asumió un perfil claramente distintivo. Desde entonces, Glucksmann aparece vinculada a la causa de la defensa de los derechos humanos, agredidos tanto por gobiernos de izquierda como de derecha; pero además, desarrolló una suerte de vertiente “realista” que lo alejó del pacificismo. En los últimos años apoyó por ejemplo la intervención militar en Afganistán e Irak, o la intervención militar israelí en la franja de Gaza. En ese contexto, también llamó la atención por la escasa atención prestada a los crímenes cometidos por fundamentalistas islámicos contra población islámica o árabe. En el contexto francés, este camino lo llevó a tomar partido por Nicolas Sarkozy en las elecciones de 2007.

Esta evolución se da en el contexto de la cada vez mayor visibilidad de intelectuales de derecha en el contexto académico y en el espacio público francés, que marca una gran contraste con las imágenes de décadas atrás. Estos buscan de alguna manera recuperar la “grandeza” francesa supuestamente perdida en las últimas décadas. Para ello, correspondería dejar de subordinarse a las coordenadas del pensamiento político y cultura anglosajona, marcados por los límites de la “corrección política”. Otra amenaza a la cultura e identidad francesa sería la creciente inmigración árabe, que lleva a revalorar la supuesta “identidad tradicional” francesa, y al rechazo a los “sentimientos de culpa postcoloniales”. Sentidos comunes que han ido en paralelo con el desarrollo de una derecha crecientemente xenofóbica, antieuropeísta y conservadora.

Después de los atentados terroristas en París, crece la preocupación porque Francia pueda seguir ese camino. Una reacción primaria puede acentuar respuestas militaristas, xenofóbicas, una exaltación nacionalista, frente a respuestas que prioricen el trabajo de inteligencia, un trabajo que sepa distinguir los grupos radicales y fundamentalistas islámicos del mundo árabe y musulmán, reconocer el carácter multicultural francés. Hace unos años, con la celebración del campeonato mundial de fútbol de 1998, bajo la capitanía de Zinédine Zidane, de origen argelino, Francia parecía celebrar también su carácter multi étnico y multicultural. ¿Quedó ese espíritu detrás? Veremos.

Sociedad civil: luces y sombras

Artículo publicado en La República, domingo 15 de noviembre de 2015

En nuestro ordenamiento constitucional, se busca cierto equilibrio entre la autonomía con la que deben contar tanto los representantes electos como otras autoridades, y la participación de la sociedad civil. Parece una buena idea: los políticos, jueces y fiscales tienden a desarrollar lógicas corporativas, elitistas y excluyentes que buscan ser contrarrestadas con diferentes mecanismos de control y participación ciudadana. Así por ejemplo, creamos instituciones como el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), donde cinco de sus siete miembros provienen de la sociedad civil (colegios de abogados, otros colegios profesionales, rectores de universidades privadas y públicas).

Pero así como los políticos y corporaciones como la que componen jueces y fiscales pueden desarrollar lógicas cerradas y excluyentes, también la sociedad civil. Los espacios participativos pueden ser capturados por minorías activas, por grupos mafiosos, por élites locales. Los debates recientes sobre la aplicación de la nueva ley universitaria han puesto de manifiesto que muchos rectores de universidades públicas y privadas están muy lejos de representar los intereses ciudadanos y de velar por la defensa de los intereses generales de sociedad. En el mismo sentido, los colegios profesionales no siempre representan a los egresados y graduados de las universidades, y están muy lejos de velar por el cumplimiento de altos estándares éticos, académicos y profesionales. Es más, se percibe que algunas de esas instancias han sido capturadas por minorías bien organizadas que buscan llegar al CNM porque la perciben como fuente de enriquecimiento mediante prácticas corruptas. Afortunadamente, es también la presión de otras instancias de la sociedad civil la que ha permitido contener algunas de sus muestras más escandalosas.

Pero más allá de pedir la renuncia de los actuales miembros del CNM, acaso corresponda repensar la manera en que se les elige. Y no parece ser suficiente pedir elecciones directas, universales y secretas de los representantes de los colegios profesionales. Si los colegios no funcionan bien, ¿tiene sentido insistir en su protagonismo? ¿Y en el de los rectores de las universidades?

Recientemente, la Asociación Civil Transparencia, de la que formo parte, ha sometido al debate una reforma del CNM, basada en la idea de que su conformación debería basarse en instituciones que han demostrado mejores estándares de desempeño: así, se propone una conformación donde se mantiene la presencia de un miembro designado por la Corte Suprema, pero los otros serían designados por el Tribunal Constitucional, por la Defensoría del Pueblo, por el Banco Central de Reserva, y tres miembros seleccionados en concurso público organizado por el JNE con el soporte organizativo de la Autoridad Nacional del Servicio Civil. Por supuesto que es una propuesta perfectible, lo importante es abrir un debate más sustantivo sobre las reformas necesarias para mejorar el acceso a la justicia en el país.

Medios y opinión pública

Artículo publicado en La República, domingo 8 de noviembre de 2015

Desde estas páginas, mi colega y amigo Eduardo Dargent está impulsando una necesaria discusión sobre los medios de comunicación y sus políticas informativas.

Como dice Dargent, para empezar habría que distinguir el mundo de Lima de aquel del conjunto del país, en donde los medios locales resultan más influyentes y muestran otro tipo de orientaciones. En cuanto a Lima, habría que registrar algunos cambios significativos; en la radio se han multiplicado emisoras y espacios de conversación y debate sobre temas políticos, conducidos además muchas veces por periodistas que también tienen espacios en la televisión. Se extraña eso sí mucho más pluralismo. En la prensa escrita, está el debate sobre la concentración de la propiedad de los medios; acaso en parte para contrarrestar los cuestionamientos, Perú 21 se esfuerza por desarrollar una línea informativa más transparente, y ha establecido la figura del Defensor del Lector. En El Comercio se ha buscado fortalecer y profesionalizar las direcciones periodísticas, distanciándolas de los intereses de los propietarios. De otro lado está este diario, de cuya conducta juzgarán los lectores, y otros medios con tendencias muy diversas y tirajes menores, en donde acaso la menor lectoría parece eximirlos de presentar líneas periodísticas más formales.

Como dice Dargent, el gran déficit parece estar en la televisión, sobre cuya influencia no es necesario argumentar. Aquí no solo está la limitación de programas de discusión y el escaso tiempo dado a la información política dentro de los espacios noticiosos. El autosometimiento a la dictadura de la sintonía hace además que en ellos prime cada vez más la truculencia y el morbo antes que la información propiamente dicha. Los que pueden escapan al cable o la televisión por internet, quedando el gran público sin oportunidades. El canal del Estado podría ser un contrapeso, pero sufre hasta ahora de su excesiva dependencia del gobierno de turno. Al final los televidentes también resienten estos problemas, que se expresan en la desconfianza que muestran los ciudadanos respecto a la información que les llega de este medio.

Este círculo vicioso se expresa también en el escaso pluralismo televisivo en cuanto a sus orientaciones informativas. El conservadurismo de la sociedad limeña limita la cobertura de visiones que desafíen sus sentidos comunes, lo que termina reforzando el conservadurismo. Esto solo podría enfrentarse con un periodismo televisivo más profesional, que se imponga el deber de informar con un mínimo de objetividad y equidad las visiones y versiones de todas las partes relevantes. La presencia de Clara Elvira Ospina en América Televisión y de Augusto Alvarez en Frecuencia Latina en principio buscan ese propósito, pero estamos muy lejos de donde deberíamos. Urge mucho mayor discusión sobre cómo evitar que los medios terminen contribuyendo involuntariamente al empobrecimiento del espacio público. Los periodistas más concientes tendrían para empezar mucho que decir.

¿Una nueva etapa en América Latina?

Artículo publicado en La República, domingo 1 de noviembre de 2015

Se comenta mucho en todo América Latina del final del ciclo 2003-2012, marcado por precios altos de nuestros productos primarios de exportación y altas tasas de crecimiento, y nos preguntamos sobre sus consecuencias económicas y sociales. Cabe preguntarse también sobre las consecuencias políticas.

Este ciclo que termina se dio después de una grave crisis entre 1999 y 2002, que a su vez puso fin a una década de crecimiento económico, asociado a la aplicación de políticas neoliberales de ajuste y reforma estructural. Yendo más atrás, el crecimiento de la década de los noventa puso fin a la crisis de la “década perdida”, la de los años ochenta. Así, los años noventa fueron los años del descrédito del populismo económico, y de la hegemonía neoliberal; la crisis 1999-2002 del descrédito neoliberal y la búsqueda de alternativas, que dieron lugar al llamado “giro a la izquierda” en toda la región. Así, del fracaso en los intentos de implementar políticas neoliberales emergieron Hugo Chávez y Rafael Correa, y de la crisis de la políticas neoliberales efectivamente aplicadas emergieron el Kirchnerismo y Evo Morales. En otros países, como Uruguay, Chile y Brasil, de maneras menos dramáticas se dieron desplazamientos hacia posiciones de izquierda con mayor énfasis redistributivo, aunque sin retóricas antisistema. En otros países la continuidad de políticas orientadas al mercado se mantuvo, pero las izquierdas y movimientos contestatarios ganaron mayor presencia (México, Colombia), e incluso llegaron a la presidencia, aunque sin consecuencias (Perú con Humala).

Así como el crecimiento de los últimos años legitimó a los gobernantes en el poder (tanto de izquierda como de derecha), lo que se tradujo en altos niveles de popularidad y cierta continuidad oficialista (no en el Perú, por supuesto), la desaceleración empieza a complicarla. Pero no está claro que la complicación lleve al recambio, así como desaceleración no es igual a crisis. En el campo de la izquierda los liderazgos de Morales y Correa se ven firmes, pero también hay situaciones problemáticas en Venezuela, Brasil, Argentina y Chile, aunque las razones para esos problemas son muy diferentes en cada caso. Más que sufrir las consecuencias de la desaceleración, pagan el precio de problemas de autoritarismo, un ejercicio desprolijo del poder, o escándalos de corrupción de diferente tipo. Algo similar podría decirse de gobiernos que siguen una orientación más a la derecha.

De este modo, no podría afirmarse, al menos no todavía, que estemos ante una tendencia firme de cambio en un sentido definido; a diferencia del pasado, en el que el descrédito del populismo económico llevó al neoliberalismo, y el descrédito de éste al “giro a la izquierda”. La desaceleración afecta a gobiernos de diferente orientación, pero más que por ésta la ciudadanía está molesta por problemas de inseguridad, corrupción, arbitrariedad en el poder. Y ese descontento puede canalizarse por muchas vías, no necesariamente ideológicas.

Candidatos (2)

Artículo publicado en La República, domingo 25 de octubre de 2015

La década de los años ochenta es la del intento fracasado de construcción de un sistema de partidos, y la de los noventa es la de la antipolítica, como decía Carlos Iván Degregori; desde 2000, hemos vivido una suerte de enfrentamiento entre alguna figura que representa la continuidad de un embrionario nuevo sistema político y otra que lo desafía. En 2000, Fujimori frente a un emergente Toledo, aunque el cuestionamiento de éste era institucional frente a un gobierno autoritario, no involucrando al modelo económico. En 2001 este liderazgo emergente frente a la vuelta de liderazgos consolidados como los de García y Flores. En 2006, Humala expresó nítidamente el cuestionamiento frontal al sistema, especialmente en lo económico, frente a García y Flores. En 2011 nuevamente Humala, frente a K. Fujimori. Desde entonces se empezó a percibir que para ganar Humala necesitó moderar su discurso. En ese momento, después de años de crecimiento, parecía que el país “integrado” resultaba mayoritario frente al “excluído”. ¿Estamos viendo eso ahora? Los cinco candidatos con mayor opción de voto representan diversas formas de continuidad institucional y económica, de allí que sus discursos se parezcan tanto y que se distingan más bien por calidades o trayectorias personales. Acaso la importancia que se le asigna al tema de la inseguridad ciudadana haya también desdibujado el clivaje sistema – antisistema. Por supuesto que eso puede cambiar, la pregunta es si ese cambio se dará de aquí a abril. Esa sería la novedad de esta elección.

¿Emergerá desde el mundo del 1 ó 2% algún candidato que pueda ser protagonista de la elección presidencial del próximo año? Para ello se necesita contar con un mínimo de reconocimiento y de credibilidad, y casi ninguno lo tiene. Es muy tarde para hacerse conocidos ante una ciudadanía sin entusiasmo y desatenta y muy temprano para intentar compensar esa carencia con una gran inversión publicitaria. Desde la izquierda, además, la dispersión conspira contra las opciones de cada uno de los contendores. ¿Y el partido de gobierno? Contando con el apoyo discreto de la maquinaria gubernamental, podría en principio aspirar a pasar la valla electoral del 5%. ¿Logrará Von Hesse evitar la historia de Jeannete Enmanuel y Rafael Belaunde como candidatos de Perú Posible en 2006 y de Mercedes Aráoz como candidata del APRA en 2011? El problema es que el perfil de su candidatura rompe del todo con lo que queda de las bases y los orígenes del Partido Nacionalista. Pierde el carácter izquierdoso y provinciano que todavía le queda, desaprovecha la oportunidad de ocupar un espacio de centro-izquierda todavía vacío, queda muy cerca a la imagen de Kuczynski (tecnócrata sensible), aparece como sacado de la manga por la poderosa Secretaria General del Partido. Hace cinco años Mercedes Aráoz tampoco logró entusiasmar al aparato partidario, y su candidatura terminó colapsando. Aunque esta vez el apoyo desde arriba parece más decidido.

Candidatos

Artículo publicado en La República, domingo 18 de octubre de 2015

Los periodistas entrevistan a lo precandidatos presidenciales, y les preguntan por cuáles les parecen los principales problemas del país, poniéndo énfasis en la desaceleración del crecimiento económico y la creciente inseguridad ciudadana, y qué harían para solucionarlos en su eventual gobierno. Los candidatos entonces, si están más hacia la derecha, hablarán de promover la inversión, para lo cual se requiere liderazgo y eliminar las trabas burocráticas, y si están más a la izquierda, de la necesidad de diversificar nuestra economía y no depender solo de las exportaciones de minerales. En cuanto a la seguridad, más a la derecha se hablará de usar a las Fuerzas Armadas para complementar el trabajo policial y endurecer las penas, y más a la izquierda se hablará de hacer trabajo de prevención y de coordinar mejor la acción de los actores involucrados en el combate al crimen. Todos hablarán después de la importancia de mejorar la calidad de la educación, del acceso a la salud, de erradicar la pobreza, de cubrir los défictis de infraestructura, con énfasis en la competitividad global desde la derecha o en la integración social desde la izquierda. Esperemos que conforme avance la campaña haya más precisiones (sobre todo: ¿qué piensan hacer mejor o diferente a lo que el gobierno actual está intentando hacer?), pero no me parece que quepa esperar demasiado. Esta relativa monotonía no es del todo mala: por fin no tenemos actores significativos que planteen acabar con todo y empezar desde cero, por fin podremos plantearnos políticas de Estado y continuidad, con correcciones, en el rumbo de las políticas públicas.

Por este relativo monocromatismo, y también por la devaluación de los discursos, es que buena parte del electorado juzga a los candidatos desde un punto de vista más centrado en persona, por así decirlo. Al margen de lo que digan, algunas figuras despiertan confianza, simpatía, adhesión, expectativa. Ya sea porque tienen o representan la experiencia o las mañas necesarias para hacer lo que se tenga que hacer, demostradas a lo largo de su trayectoria (K. Fujimori, Kuczynski, García), o porque puedo identificarme con ellos por compartir similares orígenes sociales o culturales (Toledo, Acuña). Pero toda estrategia impone también riesgos, porque la experiencia y mañosería también se convierten en corrupción y falta de escrúpulos, y la identificación social también se despinta por la falta de credibilidad. En este cuadro, se extraña una figura que se presente como quien será capaz de hacer lo que hay que hacer porque no temerá enfrentarse a las mafias, intereses y poderes que imponen el actual estado de cosas: ese es el espacio que ocupó Humala en 2006 y 2011, que intentó ocupar Urresti en algún momento, y que aparece todavía sin representar. Ese espacio lo podría ocupar alguna candidatura de izquierda, si es que deja de manejar un discurso tan ideológico, lo traduce en iniciativas concretas para las personas, y lo expresa en alguna figura creíble.

Perú en el mundo

Artículo publicado en La República, domingo 11 de octubre de 2015

Hoy termina la Junta Anual de Gobernadores del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI), con delegaciones de 188 países, celebrada en Lima. Esta reunión solo se ha realizado tres veces en América Latina, en 1952 en ciudad de México, en 1967 en Río de Janeiro, y ahora en Lima. La selección de Perú como sede no es casual, es un reconocimiento al buen desempeño económico peruano de los últimos años.

Si bien es exagerado hablar de un “milagro” peruano, no se puede negar que nuestro desempeño reciente en cuanto a crecimiento ha sido notable, comparado con nuestro propio pasado inmediato y a la luz del contexto regional y mundial. Crecimos mucho más que antes, y más que los demás. Esas tasas de crecimiento además explican una importante caída en los niveles de pobreza, y una ligera disminución en nuestros niveles de desigualdad global (aunque en algunas dimensiones pueda haberse exacerbado). Aún ahora, con la desaceleración del crecimiento en todo el mundo, y mayores niveles de incertidumbre por el futuro de la economía China y el cambio en la política monetaria de los Estados Unidos, seguimos creciendo a tasas mayores que los demás. El problema es que con esos menores niveles, no será posible continuar con la reducción de la pobreza. Como dijo la Directora Gerente del FMI, Christine Lagarde, citando a Vallejo, “hay, hermanos, muchísimo que hacer”.

¿Qué hacer? ¿Cuál es la agenda para los próximos años? En la Junta de Gobernadores se habló de impulsar el crecimiento pero atendiendo también la desigualdad social (incluso, que mejoras en la equidad resultan beneficiosas para el crecimiento); de la necesidad de diversificar la actividad económica, para reducir la vulnerabilidad frente a los mercados internacionales; de hacer que las actividades extractivas respeten la cultura y dignidad de las comunidades afectadas por ellas; de fortalecer la institucionalidad estatal, entre otros temas. Llama poderosamente la atención lo lejanas que resultan las percepciones y las agendas domésticas respecto a cómo se mira al Perú y los temas que se discuten en el mundo.

En cuanto a la mayoría de medios de comunicación, pareciera que estas discusiones se vieran como “distracciones” respecto a los “verdaderos” (¿?) temas de interés, de nuestra pequeñita agenda local. Desde sectores de izquierda, se critica la reunión de la Junta de Gobernadores, sin reparar que allí se están planteando cosas que podrían fundamentar sus críticas al modelo de desarrollo vigente; desde sectores de derecha, se persiste en la idea de insistir en la gran inversión minera como única salida y en mirar a las protestas sociales como fruto de complot. Y en cuanto a nuestros políticos y aspirantes a candidatos a la presidencia, parecen no haberse enterado de la reunión. ¿Cuáles son sus propuestas para lograr mayores tasas de crecimiento económico y seguir reduciendo la pobreza en el nuevo contexto global? ¿Qué hay en cuanto a propuestas de construcción de capacidades institucionales?